29 septiembre 2009

«DESCANSE EN PAZ DON LUIS, AMIGO».
Escribe: Lic. César Calagua Gutiérrez

Hoy cuando al mediodía recibí una llamada de mi casa para darme la ingrata noticia del fallecimiento de un gran amigo personal, familiar y de la prelatura, Monseñor Luis Sánchez Moreno-Lira, recordé las muchas cosas que hicimos juntos y me dirigí a la capilla del Hospital para rezar por el descanso eterno de su alma y agradecer a Dios por tenerlo a su lado al lado de su madre la señora Graciela.
Particularmente tuve la suerte de estar a su lado durante 5 años, a partir Mayo de 1970, laborando y conociendo cada día las cosas que más le gustaban y de la forma como quería y hablaba de María Santísima, como le rezaba pidiendo siempre por los demás a su querida «Virgen de Chapi» de Arequipa, de quien tuvo que alejarse para estar cerca a «Santa María Madre del Amor Hermoso», que lo adoptó como suyo cuando llegó a estas tierras que amó como suya y de la que sabía mucho más que algunos naturales de esta tierra que aprendió a quererlo como un hermano mayor.
Era tanto el cariño de Monseñor Sánchez Moreno-Lira hacia la Virgen Santísima que a donde iba pedía que recen el Rosario, cosa que él hacía cada tarde en el pasillo de la casa o durante sus viajes (en el auto) acompañado o sólo, porque esto era música a los oídos de nuestra Madre, decía.
Hablar de «Don Luis o Monseñor» como lo llamábamos, puede resultar fácil o quizás para los que no lo conocieron mucho algo difícil por ser una autoridad eclesiástica, pero no, era tal su sencillez, comprensión y cariño que se ganó el cariño y respeto de nuestra gente. Por donde pasaba (en auto o a pié) lo saludaban y el muy cortésmente respondía de palabra y asintiendo con la cabeza. No discriminaba edad ni sexo, todo éramos iguales para él.
Don Luis tenía el don de la palabra en los labios, hablaba con sencillez y claridad, se dirigía con cariño, pero ponía mucho énfasis cuando tenía que hacerlo, más cuando se trataba de hablar de Cristo, de su Santa Madre y de todo lo que se tratase de la Iglesia. Amaba tanto a Dios que se desvivía porque las Iglesias, Capillas y Oratorios que es la Casa de Dios, debería estar siempre con las cosas puestas en su sitio; el altar debía estar impecable, el Sagrario pulcro, la vela encendida siempre para mostrar que allí estaba Dios Todopoderoso en Cuerpo, Alma y Divinidad.
Monseñor Luis escribía mucho y siempre se refería a la Virgen María, donde hablaba del amor de Ella hacia nosotros, sus hijos. En cada homilía se refería a Ella como ejemplo y como tal decía deberíamos ser como Ella, imitarla y tratarla como una amiga, porque siempre estaba dispuesta a escucharnos y consolarnos.
La verdad que hablar de Monseñor Luis, me es fácil, pero aceptar que se ha ido es muy difícil, porque pareciera que lo hemos visto ayer y prueba de ello han sido las celebraciones que se realizaban en el Santuario, donde era ovacionado y esperado por todos cuando terminaba la Misa para acercarse a saludarlo, darle le mano, estrecharlo y sentir su calor y escuchar sus palabras de aliento y saludos para la familia. Era fácil darse cuenta como la gente cada vez que se tenía una ceremonia de ordenación en Cañete se preguntaba «¿viene don Luis, viene Monseñor, viene el Obispo?» etc. porque esa era la preocupación de nuestra gente, todos querían verlo.
Ahora la pregunta es «¿traen a Monseñor, Traen a Don Luis, donde lo velarán, lo van a enterar en el Santuario?», en fin ahora sabemos que se quedará entre nosotros, que lo tendremos cerca y le podremos preguntar y conversar de las cosas que hacíamos o nos encargaba realizar cada vez que salía de viaje y debía estar lista para la firma a su regreso. Cuantas correcciones nos hizo y las recuerdo como si fueran ayer. La verdad que duele perder a un amigo, porque éramos eso… amigos.
Conocimos de cerca su preocupación por la formación de los futuros sacerdotes, fuimos testigos de sus desvelos por ellos, las vocaciones sacerdotales eran siempre una constante lucha por darles comodidades, quería que se formen bien para poder servir igualmente bien al Señor. Don Luis era un maestro y padre preocupado siempre por sus alumnos e hijos, así ha moldeado a muchas promociones; la primera de ellos era su gran orgullo y también su preocupación porque debían ser constantes con el servicio al Señor y su Madre.
Creo que nadie olvida y mucho menos olvidarán sus homilías con énfasis, directas, con ejemplos y palabras sencillas, fáciles de entender, desde que iniciaba sus prédicas concitaba la atención de los asistentes, por eso sé, que no nos olvidaremos de El, más aún cuando ya se acercaba el próximo 12 de Noviembre, fecha en que cumpliría un año más de vida entre nosotros… sin embargo, El Señor ha querido que celebre con El y que nosotros lo tengamos en el más grato recuerdo, pensando en el amigo que dio su vida por servir muy bien a Dios y a su Santa Madre.
«DESCANSE EN PAZ DON LUIS, AMIGO».

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