29 diciembre 2011

EL NEPOTISMO ESTÁ A LA ORDEN DE LAS AUTORIDADES MEDIOCRES QUE CEDEN POR ALGUNA CONVENIENCIA PERSONAL

Escribe: Cleto Aguado Gutiérrez

Para las autoridades municipales, gobiernos regionales y funcionarios jerárquicos, el libertinaje del nepotismo en las entidades públicas se ha convertido impunemente en vergonzante refugio de familiares, allegados, políticos y politiqueros, que sin tener profesión o mérito alguno para ocupar jefaturas o puestos de trabajo, gozan de ese privilegio del favoritismo «ganado» no por concurso, sino por alguna colusión secreta con la única finalidad de lucrar solapada e indebidamente los recursos y bienes públicos, y para colmo, no aceptan las críticas sin entender que las personas que desempeñan funciones públicas, también pasan a ser públicas.

En los lejanos años de su origen, el siglo XVI según fuentes históricas, el nepotismo consistía en favorecer o reservar gran parte de las altas dignidades eclesiásticas para parientes, especialmente «los sobrinos» de la Corte Pontifical. Pero, en los tiempos actuales este vicio ilícito y discriminatorio se ha extendido como una costumbre de confabulación en todas las dependencias públicas por culpa y aceptación de las autoridades pésimas y corruptas de nuestra endeble democracia, pese a que existe la ley que lo prohíbe y sanciona con severidad, llegando al extremo que por su tolerante implicación y postración, este dispositivo es solamente «una ley decorativa o marginada»; pues el desmedido abuso de este vicio y generosidad del Poder Judicial, en caso de denuncias, nunca sancionan a los responsables de esta inmoralidad administrativa.

Sobre este problema, también casi generalizado en las municipalidades, muchos ciudadanos por error o desconocimiento, creemos que cometen este delito solamente los alcaldes y regidores por ser elegidos por votación popular; sin embargo, también los jefes y funcionarios públicos están involucrados en el mismo hecho delictivo, porque según el Código Penal vigente se sanciona la conducta o actuación intencional e ilegal del funcionario o servidor público que se apropió, ha dado mal uso o utiliza en cualquier forma el tráfico de influencia para sí o para otro, dinero o efectos, cuya percepción y manejo administrativo o custodia que están confiados bajo su responsabilidad absoluta por razón de su cargo o trabajo.

Hechos aberrantes y vergonzosos de esta naturaleza no son informados ni difundidos por el periodista o comunicador mercenario que tiene la mente perturbada por efectos de algún alcaloide o por el mercantilismo noticioso amañado y anda tras la escoria de las monedas o billetes mal venidos producto de nauseabundos pactos ocultos, nunca lo difunde ni lo denuncia, porque siempre está coludido con las autoridades corruptas y mantiene en silencio absoluto toda ilegalidad a cambio de la repartija del «botín», que es el tributo pagado por toda la colectividad para el progreso del pueblo.

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