Escribe: Ysmael Tasayco Munayco
En casa jamás me enseñaron a envidiar, insultar o menospreciar a nadie. Ni siquiera a la horrenda vecina que echaba agua para que no jugara en su vereda. Por eso y otros valores aprendidos durante mi vida escolar y universitaria me sorprende escuchar, ver y leer a algunos llamar al enfrentamiento. Al choque. A la bronquita.
Por más que pienso y medito. Medito y pienso, no logro entender quien ha convencido a estos cavernícolas que saliendo a tirar piedras es la manera más efectiva para conseguir las cosas. Incluso, con voz aguardientosa, salen con aires de líderes a convocar marchas. Algunos ya tienen heridos y hasta un muerto en sus conciencias pero parecen no aprender.
No se trata de valentía, ni de amor por su pueblo. Aquí hablamos de sentido común. Usted que me lee, mandaría a su esposa o a su hijo a morir por culpa de autoridades que no supieron solucionar los problemas en la instancia adecuada? Creo que no. En buen cañetano, y a mi modesto parecer, no estamos obligados a salir a las calles para tapar la ineficiencia de un grupete de autoridades que no han sabido ganar las batallas legales. Que en lugar de hacer gestiones en el Congreso de la República, juegan a ser fracasados promotores de reinas de belleza.
No soy un experto en delimitación territorial pero mi corazón, como el de ustedes, me dice que Cañete tiene la razón. No me pregunten el kilómetro exacto donde termina Chincha, ni esas huevaditas que no necesito saber para defender mi provincia. Este artículo solamente pretende hacerlos entrar en razón, para no llorar muertos y heridos después.
He nacido en Cañete y mis padres son de Chincha. Tengo amigos chinchanos y he de confesar sin rubor que me gusta la carapulcra de Mama Iné y que compro frejol colado y chapanitas cada vez que paso por esos lares. Primicia calientita: he tenido dos novias por allá: una del Carmen, negra como la noche y otra cholita nomás, pero igual de ricotona. Ahora viene la consulta: eso hace que quiera menos a mi Cañete? Mis vínculos o preferencias harán que borré de mi partida que nací en el hospital Rezola? Acaso debo odiar a Mamá Iné? O peor aún, tengo que prestarme para apedrear la casa de mis amigos del sur? No jodan, pues.
Hemos tenido un alcalde chinchano (Pedro Bautista Saravia) y nadie lo odiaba. El motivo es fácil de reconocer. En esa época a nadie carajo le importaba donde estaban los límites. Todos iban y venían. Pasaban y repasaban. Éramos felices. Pero desde que se descubrió que LNG venía con su inversión, los vecinos desquiciados empezaron a agredirse. A pelearse. A insultarse y menospreciarse. La actitud cambió y algunos genios maquinaban el inicio de la guerra por los límites. Nos ponemos la camiseta de Cañete, pero en realidad nos interesan los puestos de trabajo y los impuestos que pagará la empresa en mención. No hay que ser analista para darse cuenta.
A ver si me entendieron damas y caballeros. Para defender nuestros límites del atropello no hay que sacarse el polo y pintarse la cara como rambo para salir a marchar. Hay que mover bien las fichas en donde corresponda, nada más. No hay necesidad de un muerto más, solamente hay que exigir que el pobre diablo del Presidente Regional haga algo al respecto. Digo clarito: que «haga», porque no necesitamos sus discursos baratos, sino que chambee y deje de florearnos.
Léanme bien y métanselo en la cabeza: no hay necesidad de insultarnos, ni maltratarnos entre vecinos. Hay que recordar que la violencia genera más violencia. Tampoco se trata de silbar y mirar al techo, pero debemos ser medianamente inteligentes para ejecutar acciones. Salir a quemar llantas, y destruir la propiedad privada no es un buen ejemplo para sus hijos, para su familia, para el país.
SOY CAÑETANO de corazón y no me canso de decirlo a donde mi profesión me lleva. Quiero que se haga justicia en el tema de los límites. Deseo un Cañete próspero. Soy el primero en oponerme si alguien pretende pisotear nuestros derechos. Pero también soy muy respetuoso del Estado de derecho. De las leyes. De las instancias.
Antes de marchar a la carretera, donde los dirigentes seguramente otra vez perderán el control de la masa, debemos marchar a la casa del Presidente Regional, de la alcaldesa, y de todos estos malos funcionarios a quienes parece que el tema no les importa. Inicialmente son ellos los que han debido poner todito su esfuerzo, pero ha quedado comprobado que solo sirven para llenarse los bolsillos.
Defendamos con coraje y decisión nuestra posición, pero sin caer en el vandalismo. Protestar no es malo, pero no usemos la violencia sino la creatividad. Créanme: hay formas más sanas, divertidas y efectivas de hacer escuchar nuestra voz. Que nuestros hijos no nos vean tirando una piedra, no vaya a ser que cuando crezcan, sean ellos quienes la lancen contra nosotros. Viva Cañete, pueblo pacífico y luchador!
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