ESCRIBE: LUIS ROBERTO PÉREZ MANRIQUE
Estudiante de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional «San Luis Gonzaga» de Ica
El respiro imborrable del verde inmortal, podrá regalarnos la alegría y la energía de su pueblo una vez más, con el gesto amable que perdura entre sus hijos.
Aquellos místicos mensajes sumidos en sus atardeceres, resplandece sus mágicos colores sobre el lagrimeo ruidoso de sus incesantes lluvias, mezcladas del calor que envuelve su Amazonas, maravilloso y vibrante.
Tener raíz loretana es un privilegio, una estampa a la vida, un orgullo amazónico.
Iquitos ‘La Perla del Amazonas’, en febrero es el punto que revienta de color y sentimiento. La lluvia podrá caer y convertir las calles en riachuelos, pero la algarabía de las comparsas que danzan con delirantes mascaras, continúa.
Entre los fuertes vientos de la tormenta, el Chullachaqui y el Tunche hacen lo suyo, saltando y cogiendo de la mano a sus guerreras amazónicas, que derrochan sensualidad y belleza en cada sonrisa y movimiento coqueto carnavalesco.
El calor humano en la Plaza 28, cerca al Boulevard de Iquitos, crece del espíritu carnavalesco. Hombres y mujeres corren, llevando en sus hombros la Umisha (Yunza), decorada y cargada de globos, serpentina, tinas, ropa y otros implementos del carnaval.
La temperatura vuelve a sus 39° C; los baldes llenos de refresco de Aguajina, Cocona y Camu-Camu, desaparecen ante el infernal calor. Los comerciantes invaden el lugar para vender un platillo de Juane, Suri, Tacacho con Cecina, Chilicano de Carachama con harto ají charapita, y claro, acompañados de la bebida regional: ‘El Masato’.
La ritualidad heredada de la tradición y la costumbre, sigue avanzando hasta más allá de caer la noche. El corso y pasacalle llega a su fin, pero el ritmo del carnaval amazónico sigue, el jolgorio entusiasta y jaranero, con el baile de las pandillas (grupos) alrededor de la Umisha que por la tarde pasearon por las calles de Iquitos, y que ya han llegado a sus barrios, donde la plantaran y esperaran aproximadamente una semana para tumbarlas y seguir celebrando, hasta que cante el gallo.
VAMOS A PANDILLAR, DI
Eugenia ‘Cheva’ Tamari, una mujer de tez cobriza y rostro nostálgico, sonríe y expresa toda su humildad e integridad, tal igual como la del poblador de Nauta; una ciudad hospitalaria ubicada a hora y media, al sur de Iquitos, nos abre la puerta de su pueblo con su cielo azul y su denominación: «BIENVENIDOS A NAUTA, DONDE NACE EL AMAZONAS».
Costumbre, Alegría y Cordialidad, son el florecer de su tierra generosa donde el Río Marañón y el Ucayali se unen para formar el Gran Río Amazonas. La mítica relación de su gente, nos invita a pandillar en una de las tantas Umishas que se cortarán al ritmo de los tambores y la alegría contagiante que se deslumbra en cada salto jubiloso.
‘Cheva’, ya tiene listos los juane envueltos en las hojas del bijao, y nos brinda lo poco que tiene, porque ella quiere celebrar con todos, coloreando las calles cuando sale a pandillar en medio de los aplausos, el ruido y la música selvática.
El pueblo charapa se despide del Carnaval, pero no de su alegría y energía que los caracteriza en cada segundo de sus días, con el trabajo y el esfuerzo de seguir adelante, respetando la tradición su cultura que se repite y se va heredando de generación en generación.
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