Escribe: P. Arnaldo Alvarado - (Seminario Mayor de Cañete)
Lo común en la vida es que la gente elige aquello que le conviene. Busca por propia iniciativa. Pero el sacerdote no ha buscado serlo, sino que ha sido buscado e invitado. La cuarta semana de pascua es denominado el «domingo del buen pastor». La Iglesia dedica este día especialmente para la jornada de oración por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Además este día somos más conscientes de ayudar a la Iglesia en sus necesidades. Esta ayuda se concreta también sosteniendo la formación de los futuros sacerdotes.
Como hijos de la Iglesia tenemos que tener el mismo sentir de nuestra madre la Iglesia. Dios necesita cooperadores. La Iglesia necesita ministros santos y totalmente entregados para seguir ofreciendo la vida divina a los hombres. Sin Dios no hay futuro, no hay humanidad.
Quienes pasan a la historia y siempre serán recordados son la gente buena y abnegada, que han hecho algo por los demás. El sacerdote siempre hace algo por los demás; sea quien sea: el pecador, el enfermo, el ignorante, el sufriente, el ateo, el sin sentido de vida, el feliz. Los sacerdotes son hombres de Dios; marcan la historia con la vida de Dios. Pero también el sacerdote está propenso al pecado. El demonio está muy afanado en perder almas entregadas. Apoyemos al sacerdote, si alguno ha sido frágil, seamos fraternos, caritativos y pidamos la misericordia de Dios para él. Dios lo juzgará. No nos toca condenarlo o condecorarlo.
Ser sacerdote significa recibir una predilección de Dios y una tarea estupenda. Dios llama y elige gratuitamente para ser sus ministros. El que recibe la vocación está invitado a corresponder a ese don con toda su libertad. Generalmente nos dejamos llevar por lo que se ve, se toca, se mide, se calcula; es decir, lo inmediato. De ahí que fácilmente no valoremos las realidades espirituales. La gracia de Dios es invisible y real. Con Dios o sin Dios la vida es diferente.
Aceptar la voluntad de Dios es difícil cuando se trata de dejarlo todo. Pero quien recibe esta vocación de entrega total debe responder inmediatamente a Dios. Ha recibido un don inmerecido. Este regalo –de la vocación- es grande, sorprendente, es amor de Dios. Para la respuesta exige libertad grande. Los humanos somos capaces de entregarnos por causas justas y nobles. Cómo no vamos a entregar nuestra vida por la causa de Dios, el bien de los hermanos y la salvación de los hombres. Hay mucho que hacer, «los operarios son pocos» y la viña es extensa.
Rezar por las vocaciones en la Iglesia es responsabilidad de siempre. Pero estos días especialmente. ¿Cómo puedo rezar? Orar siempre está a nuestro alcance. Hay diversas formas de hacer: rezar el santo rosario, hacer pequeños sacrificios, perdonar a alguien, pedir una Misa y rezar por esta intención, hacer un rato de adoración ante el santísimo, contribuir económicamente con este fin, hacer una obra caritativa, aunque no la queramos.
Todos los bautizados y hombres de buena voluntad somos miembros de la Iglesia. Somos Iglesia. Tenemos que pedir al Señor abundantes vocaciones sacerdotales y religiosas. Dios siempre escuchará nuestras oraciones. Cuando Dios llama, el sí generoso cambiará toda una vida. También ayudemos al sacerdote con nuestros sacrificios y oraciones. Ellos rezan por nosotros. «Un hermano ayudado por su hermano es como una ciudad amurallada, quién la podrá destruir».
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