13 octubre 2006

CICATRICES DEL ALMA
Pbro. Dr. Fernando Samaniego Orellana

En un día caluroso de verano en el sur de Florida, un niño decidió ir a nadar en la laguna detrás de su casa. Salio corriendo por la puerta trasera, se tiró en el agua y nadaba feliz.
Su mamá desde la casa lo miraba por la ventana, y vio con horror lo que sucedía. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía. Oyéndole el niño se alarmó y miró nadando hacia su mamá. Pero fue demasiado tarde. Desde el muelle la mamá agarró al niño por sus brazos.
Justo cuando el caimán le agarraba sus piernitas. La mujer jalaba determinada, con toda la fuerza de su corazón. El cocodrilo era más fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada y su amor no la abandonaba.
Un señor que escuchó los gritos se apresuró hacia el lugar con una pistola y mató al cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo llegar a caminar.
Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si le quería enseñar las cicatrices de sus piernas. El niño levanto la colcha y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo se remango las mangas y dijo: “Pero las que usted debe de ver son estas". Eran las marcas de las uñas de su mamá que habían presionado con fuerza. "Las tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida".
Nosotros también tenemos cicatrices de un pasado doloroso. Algunas son causadas por nuestros pecados, pero algunas son la huella de Dios que nos ha sostenido con fuerza para que no caigamos en las garras del mal.
Y Dios se sirve, muchas veces, de nuestros amigos de las personas que nos quieren para alejarnos de error, para no caer en las garras del maligno.
Sólo quien tiene verdadero amor al prójimo es capaz de actuar como aquella madre. Aquella mujer por salvar a su hijo, sacó fuerzas de flaqueza; no se doblegó ante el más fuerte.
Hoy pareciera que el mal está infestado en todo lugar. Los que defienden el bien luchan con flechitas; mientras que los que hacen el mal pelean con un tanque. Sin embargo, la hora de mal es temporal, la hora de Dios es la eternidad.
En el orden personal, podemos vencer el mal con abundancia de bien. La tentación por más grande que sea, se puede vencer, pues “Dios nunca niega su gracia a aquel que se la pide con humildad”.
A veces, como el niño de la historia, nos metemos a lugares o ambientes peligrosos. El que ama y se mete en el peligro, lógicamente perecerá. Cuántas personas, por simple diversión al principio, experimentan o visitan lugares donde se ofende a Dios. Y así se hace colaborador con el mal, cómplice de los pecados ajenos.
Es necesario la valentía para huir de las ocasiones. Y como hijos de Dios y cristianos, no estamos sólo, tenemos a Dios, los sacramentos que nos acercan a Dios, para fortalecer nuestra vida en gracia.
Dios te bendiga siempre, y recuerda que si te ha dolido alguna vez el alma, es porque Dios, te ha agarrado demasiado fuerte para que no caigas. Y Dios nos soltará solamente si le pedimos que nos suelte, pues respeta nuestra libertad, aunque ello se vuelva con él mismo.
Y si alguna vez caemos, hay que levantarnos rápido. Ya sabes, “errar es humano y personar es divino”.

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