08 noviembre 2007

DESDE EL ALMA DE MI PUEBLO
"Cerros Azules me vieron crecer, en los misterios del sol. Fueron las andes mi cuna y hogar"...
Ulises Hermoza - Kjarcas.

Hace poco tuve oportunidad de viajar a mi pueblo, Bellavista – Colonia – Yauyos. Bello remanso de paz y sosiego, a 5 horas de Cañete. Mi pueblo creció entre dos ríos, enclavado entre cumbres agrestes en cuyo seno reposa indomable mi amado pueblo de Bellavista, lugar privilegiado, mirador natural de majestuosos paisajes, de andenes cultivados, de interminables acequias, serpenteantes y límpidos ríos.
En mi tierra aprendí a crecer, reminiscencia de infancia, cuna de mis ancestros, orgullo de mi raza, con sus casitas empedradas y de arcilla, sus angostas calles, sus verdes campiñas y praderas, y el imperecedero "Cullapo", huerto de mi abuela, de jugosos blanquillos, en cuyos inmensos alfalfales recorría mi niñez, inquieto y juguetón a veces me extraviaba, pero a mis gritos destemplados acudía presto mi fiel amigo "mechico", mi perro guardián que ahuyentaba a algunos zorros o pumas que siempre pululaban por derredor, pero al "añaz" (zorrillo) le temíamos todos, incluso mi perro, no por lo fiero sino por el fétido olor que emanaba. Había que correr contra el viento y refugiarse en mi caseroncito de "huampucro".
Así es mi pueblo, hermoso como ninguno, en cuyos atardeceres se regocijaba mi espíritu, adormecía mis ansias aventureras bajo la frondosa sombra de retamas y molles. Y en el crepúsculo matutino, cuando el matiz del alba aparecía en las cumbres, muy presto iba a cazar perdices que pillaban mis sembríos de papa.
También cazábamos las vizcachas (roedor silvestre), cierto día nos bajamos una a punta de escopeta, el cual cayó a mitad de una empinada peña, ¡vaya!, quien iría a sacarlo, intentamos descender con mi amigo "llano", asidos de gruesas cuerdas por la pendiente, pero aquel abismo de 100 metros desanimaba al mas valiente mortal, de allí solo cazábamos las que podíamos rescatar, una vizcacha para 8 personas. Mi abuela siempre preguntaba al llegar: ¿Cuántas trajiste?, y yo respondía: solo una mamita, ¿acaso quieres alimentar a todo el pueblo?, que buena era mi abuelita. Prodiga como su huerto, tierra fresca de ilusiones, jamás faltaba algo, ella se esmeraba en preparar una variedad de comidas típicas, como el guiso de "yuyo", pero la sopa de mantequilla con la chankara" (papa silvestre) y su yerbita "shimuña" era sin igual; la calabaza "huatea" (horneada) con leche fría tenían un sabor especial, el quesillo y la canchita no había comparación. Cuando mi abuelo excavaba agujero en el suelo, era síntoma de algún cumpleaños o fiesta familiar, pues habría ¡pachamanca!, y aquello era cosa seria.
Y a las bien alimentadas vacas de mi abuela, el ritual de las mañanas era ordeñarlas y el barril rebalsaba, los cuajos de lechón y la leche cortada, el quesillo, el queso, la mantequilla y el requesón. El suero tampoco se menospreciaba.
El altísimo recogió a mi abuelita Bonifacia, se fue también mi abuelo Delfín, se llevaron consigo mil historias de tiempo y me dejaron su recuerdo que alimenta mi nostalgia. Todo cambió. A los 5 años la inmigración me trajo a Cañete, extrañado, un mundo diferente, en él no había blanquillos, ni mitos, ni tumbos, lo reemplazo la sandia, el plátano, la ciruela. Tampoco la retama, el molle, el aliso, lo reemplazo el sauce, el ciprés, las cucardas, desapareció el majestuoso paisaje de cerros escarpados, el nevado "llongote" y los profundos ríos caudalosos, lo reemplazo, las huacas invadidas, los campos de algodón y maizal, los edificios de cemento y el ancho mar. Todo era diferente, me asfixiaba el olor a smog de los autos y fabricas, mis ojos se fueron acostumbrando, pero mi alma rebelde ansiaba algún día volver por aquellos caminos espinosos de mi vida, a la tierra humilde de mis abuelos, a beber el agua cristalina de manantial, allá donde la paz reina en cada potrero, en cada borde de acequia, en cada trinar del "Chupiz" anunciando la esperada lluvia. Y volví, ya adolescente, cada vacaciones alistaba maletas y enrumbaba a mi pueblo, a gozar del invierno, a pescar truchas en la laguna "huancarcocha", a adorar a la pachamama, a la lluvia, mejor aun si la niebla cubría todo, es como caminar entre las nubes, es como hurgar a escondidas la puerta de Dios. Mi terruño tiene esa vitalidad mística que no lo encuentro en ningún otro lugar, solo en mi querido pueblo de Bellavista.

Prof. Willy Contreras Huarachi
elzariri@hotmail.com
Un homenaje a mis hermanos Yauyinos y también a los inmigrantes de la zona andina que sin lugar a dudas han contribuido al progreso de Cañete, nuestra segunda tierra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy buen articulo, nos pone nostálgicos a quienes venimos de las praderas y la floresta andina

Anónimo dijo...

en cañete habemos muchos yauyinos, al leer esta nota recordamos nuestra infancia pero tambien queremos a esta tierra que nos acoge.
Flor Angela