23 octubre 2008

¿MAS BARES Y CANTINAS...?
Escribe: César Calagua Gutiérrez

Hoy queremos hacer eco de lo que clama la población, de un tiempo a esta parte, en torno a las excesivas autorizaciones que vienen dando los municipios para la apertura y funcionamiento de “bares y cantinas” que perturban la tranquilidad de los moradores.
Estas cantinas lo que hacen es entorpecer la paz de los ciudadanos, además de convertirse en centros de perdición de los jóvenes que viven cerca de estos establecimientos, que se encuentran en las inmediaciones de la ciudad (zona urbana) y la periferie, a vista y paciencia de las autoridades municipales, ministerio público y la policía nacional.
Creemos que no es justo que las mismas autoridades municipales, o en todo caso sus funcionarios, se presten para incrementar estos establecimientos.  Posiblemente muchos de ellos funcionen sin la autorización respectiva, por ello es necesario que la gerencia municipal respectiva inicie, lo antes posible, una verificación de licencias de funcionamiento, porque todos sabemos que solicitan licencia para una cosa y luego aprovechan para ofrecer licor a los parroquianos, incluso a menores de edad en la vía pública.
Desde aquí queremos hacer un llamado a las autoridades para que de manera conjunta (gobernación, municipio, ministerio público y policía) realicen de manera inopinada una verificación drástica, en San Vicente e Imperial y luego en los demás distritos, porque muchas de estas cantinas no tienen servicios higiénicos (los concurrentes realizan sus necesidades fisiológicas en la vía pública) y lo que es peor se encuentran cerca a Centros Educativos como el caso último de nuestra ciudad capital, donde se ha autorizado un nuevo local a escasos metros del Colegio Sepúlveda y del Mather Christi creando inseguridad en el alumnado.
Y no solamente esto, sino que en estos bares y cantinas, a ciertas horas se desarrollan sendas batallas campales entre los parroquianos cuando se exceden de copas.  Ojo que en otros lugares se vende licores baratos que intoxican a los parroquianos y no solamente se quedan allí, sino que se expenden otras cosas, por muchos conocidas.
Ojalá pues que nuestras autoridades tomen cartas en el asunto de las cantinas y se suspendan las licencias y autorizaciones de las mismas para evitar que los menores pierdan los pocos valores que tienen y conocen.  Debemos velar por la tranquilidad y seguridad de los jóvenes y por el respeto de las damas que sufren por los improperios que reciben de los parroquianos que se encuentran en estos bares de mala muerte.  Esperamos

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