01 noviembre 2010

HISTORIA DEL SEÑOR DE LOS MILAGROS

El cielo del Perú resplandece y refleja la tierra de color morado, la procesión del SEÑOR DE LOS MILAGROS, EL CRISTO DE PACHACAMILLA, EL CRISTO MORENO es considerada una de las más multitudinarias de todo el orbe, por el inmenso mar humano, sublimidad y grandiosidad espiritual con mística expresión de fe católica del pueblo peruano.
A mediados del siglo XVII, Lima cobijaba apenas unas 35,000 personas; los primeros inmigrantes provenían de la costa atlántica del África Occidental, colonizados por portugueses. Estos grupos se dividían en castas como la de los Congos, Cambundas, Mantengas, Bozales, Misangas, Mozambique, Terranovas, Carabalíes, Lúcumos, Minas y Angolas.
Estos últimos estaban reunidos en cofradías, que adoraban distintas imágenes o santos de su devoción. Esos actos religiosos les recordaban su libertad y cantaban nostálgicamente en su lengua original canciones de sus antepasados, también se ocupaban de la atención a los enfermos y aseguraban a sus miembros un entierro decente mediante pequeñas cuotas de los cófrades.
Por el año de 1650, los negros angolas se agremiaron y constituyeron la cofradía en la zona de pachacamilla, lugar que anteriormente había sido habitado por indios venidos de la zona de Pachacamác, y donde actualmente se ubican la iglesia, el monasterio de las Nazarenas y el local de la Hermandad del Señor de los Milagros, vivían en una pobreza absoluta.
En la sede de la cofradía se levantaban grandes paredes de adobe, en un ambiente donde se reunían los negros a diario, un angoleño plasmó la imagen de Cristo en la cruz, pintada al temple y con profundo sentimiento de fe y devoción a la altísima representación del Redentor.
El 13 de noviembre de 1655, a las 2:45 de la tarde, un terremoto estremeció Lima y Callao, tirando abajo templos, sepultando mansiones, viviendas, el local de la cofradía de los angola y toda la zona de Pachacamilla, dejando miles de muertos y damnificados, produciéndose entonces el milagro: el débil muro de adobes donde se erguía la imagen del CRISTO CRUCIFICADO quedó intacto, los angola se mudaron, dejando en el más absoluto abandono la pared con la sagrada imagen, lo cierto es que después de la catástrofe, casi toda la población limeña se entregó por entero a las plegarias, cánticos y rezos en las derruidas calles y plazas de la Capital,  pidiendo perdón por sus pecados y rogando que no se produzca otro fenómeno telúrico; 16 años después del fatídico terremoto aparece un hombre, Andrés de León,  sencillo y piadoso, de escasos recursos que en su diario caminar contemplaba el solitario y descuidado muro, donde años antes el angoleño pintara al Cristo Crucificado, comenzó a venerarla, y según los relatos de la época, fue el primero que se preocupó por arreglar la ermita, sin imaginar que a partir de entonces crecería el culto y la devoción al sagrado Cristo de Pachacamilla.
De León padecía de constantes y espantosos dolores de cabeza debido a un tumor maligno que los médicos no habían logrado curar, él acudió a la imagen y postrándose frente a ella, imploró al Cristo crucificado que remediara su mal, fue sanado milagrosamente y su testimonio contribuyó para que en pocas semanas el culto creciera.

LOS NEGROS, PIONEROS DE LA FE Y DEVOCIÓN
La gente de color iniciaron las reuniones los viernes en la noche, iluminados por las llamas de sus ceras, llevaban modestas flores, perfumando el ambiente con el sahumerio, entonando al unísono fervorosas plegarias y cánticos con arpas, cajones y vihuelas; pero mucha gente acudía a estas reuniones atraída más por la novedad, que por la devoción, produciéndose hechos distinta a las prácticas religiosas y católicas, se dio la orden por las autoridades civiles y eclesiásticas que se prohibiera las reuniones en la «zona de Pachacamilla» ordenando borrar la imagen del Santo Cristo y de los demás santos que hubieran.
La comitiva especial estuvo compuesta por el promotor fiscal del Arzobispado, un notario, un indio pintor de «brocha gorda» y el capitán de la guardia del Virrey, Don Pedro Balcázar, escoltada por dos escuadras de soldados en caso se produjesen desmanes por la cantidad de vecinos y curiosos que rodeaban el lugar; la orden se cumplió entre el 6 y 13 de setiembre de l671)
Cuentan que al subir el pintor por la escalera para borrar la imagen, empezó a sentir temblores y escalofríos, teniendo que ser atendido de inmediato, al reaccionar intentó nuevamente subir y borrar la imagen, pero fue tanta la impresión causada que bajó raudamente y se alejó asustado del lugar.
Un segundo hombre, soldado de Balcázar, de ánimo más templado subió, pero bajó rápidamente, explicando luego que cuando estuvo frente a la imagen vio que se ponía más bella y que la corona se tornaba verde; por esa razón no cumplió la orden dada, ante la insistencia de las autoridades por desaparecer la imagen, la gente manifestó su disgusto y comenzó a protestar con airadas voces y actitudes amenazantes que obligaron a retirarse a la comitiva, pronto, el Virrey se enteró de los acontecimientos y reflexionando sobre las posibles consecuencias si persistía en borrar la imagen, mandó revocar la orden y acordó que en ese lugar se le rindiera culto y veneración a la portentosa imagen.

LA PRIMERA MISA
El 14 de setiembre de 1671 se ofició la Primera Misa ante el crucificado de Pachacamilla, fecha que coincide con la exaltación de la Santísima Cruz, los devotos venían de lejos en piadosa plegaria y mística romería, comenzando a denominarlo «El Santo Cristo de los Milagros o de las Maravillas».
Sin embargo la ira de DIOS no se calmaba y volvió a manifestarse en octubre de 1687, cuando un maremoto arrasó con el Callao y parte de Lima y derribó la capilla edificada en honor de la imagen de Cristo, quedando erguida solamente la pared con la imagen dibujada del Señor crucificado. Tan terrible designio originó que se confeccionara una copia al óleo de la imagen y que, por primera vez saliera en andas por las calles del barrio de Pachacamilla, estableciéndose que a partir de ese momento la procesión tuviese lugar los días 18 y 19 de octubre de cada año.

LA PRIMERA PROCESIÓN
El terremoto del 20 de Octubre de 1687 produjo rajaduras y desmoronamientos en la Capilla, pero el sagrado mural quedó incólume, como muestra de los designios divinos. Fue así que Sebastián de Antuñano inicio la procesión con una replica de la imagen, originando así las tradicionales procesiones de octubre del Señor de los Milagros de Nazarenas.
En su primer recorrido llegó hasta la Plaza Mayor, al Cabildo limeño, donde recibió en ambos lugares fervorosa pleitesía contando con el acompañamiento de acongojados fieles, y vecinos del lugar, aquella replica es la misma que hoy nos sigue acompañando en los meses de octubre en su recorrido por la gran Lima.

¿PORQUE SE USA LA TUNICA MORADA Y DEMAS INSIGNIAS?
Sor Antonia (Maldonado) del Espíritu Santo, nativa de Guayaquil, vino al Perú y se instaló en el Callao, a la edad de 20 años fue obligada por su madre a casarse con el noble Alonso Quintanilla, matrimonio que -según dicen- nunca llegó a consumarse por el enorme espíritu de servicio hacia Cristo que ella guardaba.
Alonso fue atacado por una extraña enfermedad y murió repentinamente dejándola viuda, circunstancia que le permitió dedicarse de lleno a lo que era su verdadera vocación: servir a Cristo. Por ello funda un beaterio de nazarenas, cuyo hábito era de color morado. Sor Antonia declaró en su testamento que vistió el hábito morado gracias a la licencia que le entregó el Provisor del Arzobispado el 6 de Agosto de 1677 o 1678, día en que se conmemora la transfiguración del Señor.
A una pregunta del padre Suarez, de dónde le había venido a la mente el vestir el traje que uso nuestro Señor Padre Jesús Nazareno habiendo en el mundo otros, ella respondió: «que nunca lo había pensado, que estando una noche en oración vio que el Señor con su túnica morada, la soga al cuello y la corona de espinas en la cabeza, diciéndole: mi Madre ha dado su traje y habito con que anduve en el mundo; estima mucho este favor, que a nadie he dado mi santa túnica».  
El día de su entierro, su cuerpo fue vestido con hábito y capa, colocado sobre una frazada doblada 6 veces dentro de un féretro, aun así la sangre continuó brotando y mancho los hábitos de los sacerdotes de la Merced que cargaron el ataúd hasta su sepultura.

¿POR QUÉ ACOMPAÑA NUESTRA SEÑORA DE LA NUBE?
Esta imagen colocada en el reverso del Señor de los Milagros de Nazarenas, recién aparece mencionada en la relación de sucesos del 20 de Octubre de 1747 del cronista Don Eusebio de Llano Zapata, sobre la Procesión del Señor de los Milagros de Nazarena dice «...salió por la mañana la imagen de su templo, visitando las calles, ramadas, Iglesias y Monasterios y duro la procesión cinco días... ese año alargó mucho su recorrido y al reverso de la imagen se veía otra de Nuestra Señora de la Nube, advocación quiteña que se había aparecido en el cielo de dicha ciudad el domingo 30 de diciembre de 1,696.
La tela donde esta pintada la efigie del Señor de los Milagros de Nazarenas es mucho más antigua que la de nuestra Señora de la Nube.

CIRIOS, LUZ DE ESPERANZA…
Algunos cirios o velas llegan a pesar hasta 30 kilos y medir cerca de dos metros y medio, llevan el color morado que es el de Jesús y el amarillo por la Virgen; observándoselos en los altares de la Misa y encima de las andas de la imagen durante la procesión, los detentes hechos de bordado en hilo de seda se venden mucho por estas fiestas. Los hay numerados, exclusivos de los miembros de las cuadrillas, y los de tamaño similar que son para todos.

SEÑOR DE LOS MILAGROS DE MALA
En 1935 bajo iniciativa de los hermanos José Sánchez, Juan Francisco Campos, Fermín y José Yaya Arias se instaló como sociedad religiosa… un pequeño cuadro acompañó esa primera vez y recorrió por las hermosas casas huertas de un otrora, bello y tranquilo distrito de Mala.
El 2 de noviembre de 1936, terminado la fiesta religiosa en honor al CRISTO DE PACHACAMILLA, el Presidente José Sánchez agradeció a los hermanos Cirilo Huapaya Manco y Félix Carmen Caycho Quispe, por haber obsequiado al pueblo de Mala una hermoso (altar) escultura en madera y lienzo de la Imagen del Señor de los Milagros, para que se le rinda homenaje todos los años. El 17 de octubre de 1942, con asistencia de 16 hermanos y el Párroco Samuel Ranilla fundan la Hermandad del Señor de los Milagros de Mala, la misma que con el paso de los años se ha constituido en la más emblemática, por su fe y amor a nuestro SEÑOR DE LOS MILAGROS Y A LA VIRGEN DE LAS NUBES.

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