25 marzo 2011

CALANGO, LA EDAD DE PIEDRA...

Escribe; Iván Reyna Ramos

Calango es famoso por sus exquisitas manzanas delicias, pero también por la hospitalidad de su gente, sus rústicas casas de adobe, y porque en su territorio se guardan mensajes grabados sobre piedras milenarias, todo un cuadro propicio para las bucólicas acuarelas, a dos horas al sureste de Lima.
Al distrito cañetano de Calango se va en 4x4, bicicleta, a caballo, en combi, en moto. En el pueblo de Mala hay combis que van a Calango por cuatro soles, y tardan una hora en cubrir 20 kilómetros. Al serpentear el cerro, abajo en el valle el río Mala cristalino y formando bucles blancos va camino al Pacífico.
Juan Avila Cuya, iba al volante de su moto lineal. Juan es un calanguino de pura cepa, conoce su pueblo al dedillo, estudió en Valle Grande, y su trabajo de agrónomo es recorrer el valle. «Hace 30 años el boom de Calango era la manzana», me habla mientras baja la velocidad para esquivar la curva denominada «Piedra Angosta». Un minuto antes habíamos dejado el caserío de Aymará.
El viajero puede vivir la naturaleza, engreírse con frutas de estación, abrigarse de pueblitos humildes y hasta cruzar el viejo puente «Correviento». Estamos en la tierra de la manzana, el pacae y la uva. Los esposos Juan Romero y Miriam Buitrón, nos comentan que el sábado 26 de marzo, el pueblo se prepara para celebrar su primera vendimia.La Asociación de Productores Vitivinícolas del Distrito de Calango (Aprovidca), alistan hospedajes, comidas típicas, piscos y vinos para recibir a los visitantes.
Aquí se respira aire fresco y la conciencia vuelve a su lugar. Las cañabravas, los carrizos y los pájaros bobos forman un colchón verde en medio de la quebrada. Hay piedras por todos lados, bodegas artesanales, una plaza de armas, una Iglesia que huele a sahumerio por la piedad a la Virgen de la Candelaria.
El periodista Erasmo Quispe Francia, después de haber estudiado inglés se prepara como guía de turismo, repasa las crónicas de hace 500 años.
Los primeros pobladores tenían la costumbre de venerar una inmensa piedra. Se sabe por el cacique de Calango Juan Pachao, en 1611, que la piedra se llamaba Coyllur Sayana (Piedra de la Estrella).
En ese entonces el cura de Calango era Agustín Aller, quien mandó copiar los caracteres de la piedra y los envió a España, después tuvo respuesta que se trataban de escrituras hebreas. En 1625, el arzobispo de Lima Gonzalo Ocampo, ordenó destruir la piedra por parecerla una práctica de idolatría.
Ya en 1961, el antropólogo Américo Albarrán Melgarejo, logró calcar 96 grafías, pero sin determinar de qué se tratan. Una desventaja –según las crónicas– es que buena parte de los símbolos fueron borrados, algunos por los sacerdotes españoles y otros por los brujos del valle que recetaban el polvo de esta piedra en la cura de enfermedades.
Lo poco que se sabe es que los símbolos son mensajes conocidas hoy como leyendas, culto al sol, la luna, las estrellas, las nubes, escenas de agricultura, pesca y caza. Las vivencias de los antiguos calanguinos. Se calcula que los grabados podrían remontarse hasta unos 8,000 años antes de Cristo.
Lo interesante es que en la cuenca de Calango abunda el arte rupestre (pinturas y petroglifos). Por ahora, Alcibiades Cubas Mejía –encargado del Museo Comunal– dice que en unos días la piedra Coyllur Sayana estará abierta al público, en un espacio para la interpretación mediante murales y la narración oral, de un pueblo que se cree fue fertilizado por la estrella. Así, el pueblo de Calango brillará con luz propia.

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