ESCRIBE: BETO ORTIZ
Pese a que acaba de publicar «El orden de las cosas» –muy probablemente su mejor novela– y pese a que ha conducido «Vano oficio», prolongado bostezo cultural de Canal 7, esta semana el incomprendido escritor Iván Thays (Lima, 1968) alcanzó –en apenas un par de días– una descomunal notoriedad limeña que no había logrado en 20 años escribiendo y publicando libros en algunas de las editoriales más prestigiosas.
Su ignoto rostro y su transgresora melena, aparecieron por primera vez en las tapas de los tabloides y en los noticieros, al tiempo que su nombre era invocado con pasión por personalidades de la talla del Gordo Gonzáles, Tommy Portugal, Martha Chávez y La Tigresa del Oriente. Pero, ¿es realmente un talibán el tal Iván? ¿o es que nosotros –los peruanos– nos hemos convertido en locos fundamentalistas del olluco, la arracacha y la papita nativa? A ver, respondámonos con preguntas.¿Es Thays el primer peruano que se atreve a decir que nuestra comida es «indigesta, poco saludable y un petardo de carbohidratos»? No. Tampoco será el último. Pero está claro que, en la cotidiana elegancia de un ají de gallina casero, nadie busca «saludable», todos buscamos «rico»: el sabor de tu niñez, el aroma de tu casa, la sazón de tu mamá. O de tu abuela o de tu nana. Si no fuera por eso te daría lo mismo comer aji-no-men. Y bueno, si te da lo mismo, mejor mátate. Cuando salieron por ahí con el chiste de que iban a inventar un impuesto a la comida chatarra en el marco de una gran cruzada nacional contra la obesidad, (en este país de millares de niños desnutridos), se generó un divertido debate en las redes sociales. La pregunta que se caía de la sartén era una sola: ¿Y no serán comida chatarra algunos de nuestros nuevos y comestibles símbolos patrios? ¿Un pan con chicharrón refrito en galones de aceite con su camotón y su cancha más será menos tóxico que una pizza personal super suprema? Si una Bembo’s de carne a la parrilla es comida chatarra, ¿qué será un cau cau de grasiento mondongo con papa y arroz? ¿Será más sano un tallarinzazo verde con su sábana apanada y su papaza a la huancaína más que 2 piernecitas de pollo extra crispy de Kentucky con cole slaw? ¿Cuántas calorías tiene una de esas domingueras montañas de jalea de mariscos con yuca frita, sarandaja, chifles, canchita, mayonesa y salsa tártara? ¿Serán extra light, la chanfainita, el adobo, el aeropuerto, la salchipapa, los picarones, la papa seca con fideos («Manchapecho» o «Sopa Seca»), el tacacho con cecina, la patasca, la patita con maní? ¿Algún nutricionista trujillano habrá recetado una dieta de shámbar, sublime sopón de los lunes, hecho a base de pellejo de chancho, jamón ahumado, costillitas, habas, trigo, frejoles, garbanzos y cancha? Claro que no. Pero eso a quién mierda le importa. Es rico y es nuestro y por lo tanto es santo y bueno y viva el Perú, carajo. Se acabó la discusión. Una rosa es una rosa y la U es la U. Además, para poder decirle al mozo que te sirvan todo sin papa y sin arroz y que te los reemplacen por ensaladillas de berros, arúgula o repollitos de bruselas hace falta ser demasiado marica.
¿Es Thays un escritor realmente conocido? No. Narradores conocidos en Perú solo hay tres: Vargas Llosa, Ribeyro y Bryce. Conocidos porque te los machacan desde el cole y no necesariamente porque las masas los lean con furor. ¿Apostamos un tacu tacu montado a que no me pueden decir 3 títulos de Thays? Si no tienen google a la mano, perderán. Pero, ¿qué importa? ¿Es lo mismo ser un escritor conocido que un buen escritor? No. Y no solo no es lo mismo sino que nunca ha hecho falta ser bueno en algo para ser famoso. Algunos de los mejores escritores fueron ninguneados en su tiempo y nunca ganaron un mango en derechos de autor. Lo malo es que tampoco el anonimato es, necesariamente, garantía de gloria eterna. ¿Pertenece Thays al star system literario? Por supuesto, si así no fuera no sería invitado fijo a cuanta feria, encuentro, taller o mesa redonda se celebre aquí o en Guadalajara. Pero para eso no basta con publicar libros. Como ocurre con casi todo en Lima, en el ambientito de la literatura también es básico preocuparse por tener los amigos adecuados y vaya que Thays los tiene. Y todo indica que, además, los disfruta lo cual constituye todo un mérito de su parte. Me disculparán en este punto pero tengo la ligera impresión de que todos esos cónclaves de escritores estreñidos –que, aunque la peguen de campechanos, se toman a sí mismos tan en serio– son la cosa más pomposa y aburrida de la tierra.
¿Es Thays el mejor publicista del publicista Gustavo Rodríguez? Al comienzo creí que sí. Sospeché de lo que parecía ser el primer psicosocial libresco. No sé si son patas pero me pareció que el autor del célebre spot minero de Oblitas y el hoy enemigo público número uno podían haberse puesto de acuerdo. Pero esta polémica que comenzó el jueves como un comentario a priori de la novísima novela culinaria de Gustavo ha llegado a la tarde del sábado convertida en una conversación monotemática: Thays, Thays y más Thays. Todos los columnistas de los diarios se siguen ocupando de Thays lo cual demuestra que es mejor publicista que escritor y no tan buen publicista de los otros como de sí mismo. Ya nadie menciona la novela de Gustavo pero ni falta que hace, igual venderá como cancha salada. Iván es además y, sin ninguna duda, el más exitoso discípulo de la doctrina Medina aplicada al business editorial: pégale a Gisela y triunfarás. Perdonando el símil extremado, Iván sabía que Gastón mordería la carnada y así fue. Y los dimes y diretes entre ambos terminaron pareciéndose peligrosamente a la bronquita entre Larissa Riquelme y Tilsa Lozano: «¿Quién es ella? ¡No la conozco!» Por favor. Es imposible que un peruano que lee como Gastón no sepa quién es Thays que, además, ha de tener la misma edad. Como es imposible que un tipo inteligente como Thays crea realmente que la cocina peruana es una «mezcla inexplicable de ingredientes que cualquier nutricionista debería prohibir». Acabáramos. Esa debe ser la opinión más estúpida que ha dado en su vida. Equivale a decir que un cuadro es una «mezcla inexplicable de colores» o un poema, «una mezcla inexplicable de palabras». Nada qué explicar. Espero que Iván, en el fondo, tampoco se crea realmente que «le ha hecho un bien al país desnundando su talon de Aquiles» como escribió a guisa de amarga respuesta al cargamontón. Tranquilo, pelucón que estás demasiado joven para sonar así de frustrado. Pero eso sí: ni la tía Veneno de los agachaditos del Parque Cánepa ni el regio Tanta de Madrid van a perder un solo cliente a causa de lo que tú escribas o dejes de escribir en tu nuevo blog. Los peruanos no leemos, remember?
¿Es Thays un mal peruano, un traidor a la patria? Por favor. El bebe que es llorón y la mamá que lo pellizca. No la hagamos tan trágica, tampoco. ¿Irse a «El País» de España para hablar mierda de tu país será, acaso, lo mismo que irse a la casa del vecino para hablar mierda de tu vieja? Bueno. No es tanto lo que dices, Iván. Es dónde lo dices, cómo lo dices y sobre todo: para qué lo dices. No tengo pruebas suficientes de que así sea, pero si para divertir a tus potenciales lectores europeos no se te ocurre idea menos cagona que irte a maletear a los tuyos en casa ajena entonces –solo entonces– cómete bien rico tu apanado y métele un rocoto, caballero.
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