LOS PERIODISTAS... NO SOMOS JUECES, NI FISCALES... NI SACERDOTES...
Hoy en el día del periodista peruano, busqué en la internet algún artículo de reflexión por nuestro día, más que festejos, banquetes, brindis y “homenajes”, debemos de hacernos una autocritica y reflexionar para mejorar cada día a día.
Encontré en la internet una articulo interesante escrito por el colega de nacionalidad argentina, Mario dos Santos Lopes, publicado el siete de junio del año pasado (Argentina celebra el día del periodista todos los 06 de Junio), el cual me atrevo a compartir con ustedes, con la única intención de ayudarnos a reflexionar sobre nuestro trabajo, hoy en que hablar de “periodistas” en Cañete, se ha convertido en una “mala palabra”.
Américo D. Huamán Santos
NI FISCALES, NI JUECES, NI SACERDOTES...
SOLO PERIODISTAS...
Ayer fue el día del periodista. Mientras cerraba esta edición de «El Orden» se me ocurrieron algunas definiciones, algunas ideas, algunas reflexiones sobre esta actividad y la gente que la práctica.
Publiqué mi primera revista escolar allá por 1972, cuando cursaba segundo año del secundario. Mezcla de humor, artículos religiosos y fuertes críticas a la realidad política de un país convulsionado, aquella publicación sufrió la censura del director del colegio por algunos chistes bastante irónicos sobre los profesores. Desde ese momento supe que ahí estaba una de mis pasiones. En realidad me había iniciado en la escuela primaria, vendiendo avisos comerciales para un boletín de fin de año.
Esas primeras experiencias y aquellos errores adolescentes me enseñaron algunas cuestiones importantes:
Tengo derecho a expresar mis pensamientos, pero siempre hay otros que no están de acuerdo, y algunos de los que no están de acuerdo van a tratar de impedir que lo haga.
Para publicar una revista o un periódico hay que juntar la platita para pagar la imprenta, la tinta y los insumos, y para eso hay que lograr un producto entretenido e interesante, y la publicidad comercial para financiarlo.
No es de buen gusto meterse con la vida privada o defectos físicos de otras personas.
Mucha gente opina y critica, pero pocos firman sus opiniones y críticas.
Ahora, después de algunos años, tengo algunas reflexiones más:
Los periodistas somos gente tan imperfecta como la gente que nos escucha y nos lee.
Los periodistas no somos fiscales, ni jueces; nuestro principal mérito, en todo caso, puede ser el olfato para descubrir la información fehaciente, para poder preguntar, para poder resumir y trasmitir, para poder aportar distintas miradas de la realidad.
Los periodistas no somos catedráticos que imponemos un pensamiento, sino atentos escuchadores de las ideas y pensamientos diversos de gente tan diversa como nuestros oyentes y lectores.
Los periodistas tenemos miedos, cobardías, mentiras, silencios cómplices, parcialidades, actitudes autoritarias, tanto como los políticos, jueces, empresarios y todas las demás personas.
Los periodistas no somos los sabelotodo de la sociedad. En todo caso, elegimos ser los «pregúntalotodo», simples intermediarios entre la noticia y la comunidad que a su vez es productora de esos temas.
Los periodistas no ejercemos un sacrificado sacerdocio para que todos nos rindan pleitesía. Somos «ganapanes» que nos ganamos el pan informando, investigando, interrogando, planteando nuestras dudas, nuestras diferencias, proponiendo ideas que muchas veces no nos pertenecen. No resolvemos los problemas desde la omnipotencia, pero los exponemos públicamente para que los actores sociales cumplan con su obligación de darles una respuesta.
Los periodistas -con o sin título profesional- vivimos tironeados por los opositores que a veces quieren utilizarnos como abanderados de las protestas y por aquellos gobernantes que quisieran escucharnos aplaudir sus torpezas y corrupciones. No nos agradan los aplausos que mañana, frente a una crítica, se convierten en rechiflas.
Los periodistas estamos sometidos a nuestros propios archivos, que a veces muestran espantosas y vergonzantes contradicciones y otras veces exhiben la inteligente posibilidad de recapacitar y cambiar de opinión. Y también estamos sometidos a nuestros fantasmas, y a nuestra necesidad de pagar la luz y la comida, que nos lleva a vender o alquilar ideas, aunque no lo reconozcamos jamás.
Los periodistas, en una sociedad descreída, contamos con la confianza de mucha gente porque no vaciamos empresas, no ganamos licitaciones ilegítimas, y no calentamos sillas durante cuatro años. Sobrevivimos en nuestro trabajo mientras la gente perciba que le decimos nuestra verdad, porque tenemos que revalidar los votos todos los días de toda nuestra vida profesional.
Mario dos Santos Lopes
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