10 diciembre 2008

¡DOS MILLONES DE NIÑOS POBRES TRABAJAN EN EL PERÚ!
Escribe Dr. Mario Cama Sánchez. (*)
   
Según las cifras estadísticas proporcionadas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el mundo hay 218 millones de niños, niñas y adolescentes que trabajan y, teniendo en cuenta los datos de la UNICEF, éste grupo social víctima de trabajo infantil está conformado por 246 millones. 
En el Perú se estima que existen aproximadamente 2 millones de estos invisibles personajes de los estratos más pobres que están laborando en las diversas actividades económicas; en muchos de los casos ellos y sus familiares. 
Frecuentemente los vemos llorosos, con lágrimas en los ojos; a otros con gotas de sudor. La mayoría andrajosos, con sus ropas rotas y llenas de parches.
Los  niños de las zonas urbanas marginales sienten que no deberían trabajar, aunque creen que deben hacerlo. 
Ellos expresan “trabajar es malo, yo no permitiría que mis hijos lo hicieran”, en cambio los niños de las zonas rurales lo ven como algo “bueno”, se sienten acorde con ese valor social y  expresan de alguna manera y en pocas veces su contento.
Se ha comprobado también, que los niños urbanos marginales están más expuestos a los peligros; temen un abuso, un asalto, un robo, una violación cuando salen a la calle. 
En la ciudad sucede algo similar con los niños, sufren discriminación, ya sea de otros niños que no trabajan o de sus propios clientes. Y no sólo trabajan, sino que piensan que, por el hecho de ser niños, tienen que cobrar menos por su fuerza laboral. 
En la mayoría de los casos ganan entre dos y cinco soles, y lo reciben como si fuera una propina. Sin embargo, una persona adulta por el mismo tipo de trabajo, puede cobrar entre 20 y 30 soles el jornal.
Los que venden caramelos en los paraderos de carros, los cargadores de frutas en los mercados, los que recogen basura para reciclarla, los que viven secuestrados en las minas de oro informales de Madre de Dios, los que a lo largo de toda la serranía se levantan a las 3 de la mañana para ir a trabajar al campo, las que se quedan en casa cuidando a los hermanos, cocinando para ellos, limpiando la casa, cargando agua a grandes distancias, etc.
Pero a pesar de los esfuerzos, esos pequeños cuerpecitos conducidos a una vida adulta que no tienen por qué trabajar, pero siguen allí formando el círculo vicioso de la pobreza y constituye parte de la vida cotidiana de la sociedad peruana.
De acuerdo con los datos presentados por la Encuesta  Nacional de Hogares  sobre Condiciones de Vida y Pobreza (ENHCVP) del 2001, existen 1 millón 987 mil 165 niños, niñas y adolescentes entre 6 y 17 años de edad que trabajan en el Perú; el 64% se ubica en la sierra, el 27% se encuentra en la costa y el 9% se localiza en la selva. (véase el cuadro n°1 y gráfico n°1). 
Es más, las estadísticas nacionales esconden realidades mucho más duras que se viven diariamente en el interior del país; en zonas de extrema pobreza como en las regiones de Huancavelica, Huánuco y Puno, el porcentaje de niños trabajadores entre 6 y 17 años es de 96.0%, 94.0% y 92.0%, respectivamente.
Ahora, si tenemos en cuenta el estudio publicado por UNICEF “Niños en zonas cocaleras”, en el Alto Huallaga, el 95.8% de niños entre los 6 y 17 años trabajan en la chacra o en el hogar, en los valles del río Apurimac – Ene  (VRAE).
Esta cifra porcentual llega al orden 82.0%. Esto ocurre todos los años en un ritual que empieza con niños yendo a la escuela y abandonándolas luego, mientras más fuertes se convierten para las labores agrícolas.
El trabajo infantil ayuda a paliar en el corto plazo la situación de pobreza y extrema pobreza, pero a largo plazo no permite que dicha realidad se modifique; muy por el contrario, sólo dejan secuelas muy profundas que harán que mañana, aquél niño  que realizó trabajo infantil, cuando sea padre o madre de otros niños, como ellos; sus hijos también serán pobres, explotados y seguramente sin educación o con educación incompleta y, lo más injusto sin esperanza. 
Ellos, como consecuencia de dichos trabajos, sufren de anemia, desnutrición crónica, inclusive tuberculosis, afecciones óseas, intoxicación por inhalación de mercurio, contusiones, cortes y fracturas.
En zonas frías se da una alta incidencia de reumatismo  y artritis, así como también de severas enfermedades respiratorias. Son niños que pierden doblemente, porque pierden su presente y sacrifican su futuro. 
En conclusión, los niños, niñas y adolescentes que trabajan están privados del derecho fundamental a crecer en un ambiente sano y protegido, en el que pueda desarrollarse plenamente. Esta problemática descrita líneas arriba, requiere que:
- La OIT, concretice su meta propuesta, de impulsar la eliminación del trabajo infantil para el año 2 016.
- La UNICEF fomente y promueva la creación de un ambiente de protección para este sector social, que evite la violencia, explotación, abuso, etc. de los niños.
- El gobierno central implemente y desarrolle políticas multisectoriales, que permitan la erradicación definitiva de este flagelo humano que es el trabajo infantil.

No hay comentarios.: