01 abril 2009

¿QUE HUELLAS ESTAMOS DEJANDO?
Escribe: Ing. Armando Samaniego Orellana

Miles de personas pasan por la vida, pero sólo unas pocas se quedan en la mente o mejor aún… en el corazón. Estamos en este mundo por y para algo, nada es casualidad. Lo que tenemos que hacer para que nuestro paso por la vida no sea sólo un nombre o un número de identidad, es tratar de ser una persona que se recuerde, dejar una enseñanza, que se nos recuerde por las buenas obras que hemos hecho, por la ayuda desinteresada a nuestros semejantes… Por ejemplo: Alguna vez tuvimos un maestro que nos marcó la vida con sus enseñanzas, hemos tenido la suerte de haber conocido grandes personas que sin ser un estudioso de libros su experiencia nos dejó muy buenos recuerdos y pasen los años que pasen nunca se olvidará, porque siempre sale a nuestro encuentro algo que nos ha enseñado. Ese ejemplo lo constatamos en nuestra familia o con nuestros vecinos que hacen una gran labor por identificarse con los suyos y los quehaceres de su sector. Una breve historia personal: Mi “padre” nunca fue un hombre de Universidad, porque sus años fueron muy duros y había que trabajar para los hijos, desde  su infancia trabajó en la chacra y  a los 17 años como vigilante, carpintero y en los socavones en la mina de Huarón en Cerro de Pasco,  por un accidente va al hospital de Huariaca, en donde conseguiría quedarse trabajando. Siguió estudiando y ya con la familia se vino a Cañete en el año de 1968 para luego de transitar por las áreas de farmacia, historia clínica y estadística fue Administrador en el  IPSS ahora ESSALUD. Ayudó a muchas personas a que sean atendidos oportunamente. Asimismo estuvo atento a los heridos en épocas de terrorismo. Su espíritu humano lo motivo a fundar las Urb. San José y Josemaría para bien de las familias, nos enseñó a interpretar la biblia, nos hablaba de los grandes héroes y tiranos de la tierra, nos habló de la guerra y también nos habló de la paz, nos enseñó que más vale dar que recibir, que uno se siente mejor con ello, por que la otra persona nunca nos olvidará. Percibimos su gran amor para todos los que lo necesitan, siempre tiene una palabra amable, un gesto de amor, conozco en él a un hombre que sin ser un letrado, tiene la palabra exacta para hacerte sentir importante. Su sonrisa y sus ojos son limpios y serenos, nunca se altera, y si lo hace pide disculpas. Mi padre es un humilde servidor para todos, eso le hace inolvidable. Sus huellas, como raíces, están plantadas muy profundas en mi vida. Al igual que la de mi madre que a su lado sacó adelante a su familia sin pensar muchas veces en ella. Muchos hijos se sienten felices y agradecen a Dios por darles buenos padres y uno de ellos soy yo. Ahora tenemos la misión que nuestros hijos sean ciudadanos que contribuyan a la sociedad practicando los valores que nos han trasmitido nuestros padres, maestros, vecinos, amigos, etc. LOS PASOS DE LOS GRANDES LÍDERES son como truenos que hacen retumbar la historia. ¿Qué los hace destacar? Una fórmula sencilla e infalible,  el triángulo del éxito: un gran hombre, un gran país y una gran causa. Cuando se gana una Medalla de Honor, suelo reflexionar a menudo sobre cuántos de los que se la merecían habían aparecido como personas comunes y corrientes, hasta que se elevaron con valor supremo para hacer frente a un desafío extraordinario. Sin el desafío no hubieran dado pruebas de su valor. Ser un gran líder exige una amplia visión que lo inspire y le permita inspirar a su nación. La gente odia y ama, a la vez, al gran líder, pero raras veces permanece indiferente ante él. Ahora bien existen hombres y mujeres líderes que han transitado y transitan por nuestra querida provincia. Dejando huellas dignas de ser imitada. Lo importante es que la vivencia de los valores sea impregnada en los jóvenes para que tengan ese sentido de identidad con sus familias. y nuestra provincia que clama de verdaderos lideres que se identifique con los anhelos de su pueblo. Por que los próximos años exigirán una dirección de los pueblos de la más alta calidad. Jóvenes que sepan ser triunfadores en esta sociedad que se tambalea en valores morales y éticos.  Jóvenes que sepan reconocer y aprender de los Triunfadores que: A veces no son aquellos a los que todo el mundo aplaude y reconoce. Porque el triunfador puede ser también el que silenciosamente lucha por la justicia, aunque no sea un gran orador o un brillante diplomático. El triunfador puede ser igualmente el que venció la ambición desmedida y no fue seducido por la vanidad o el poder. Es el que quizás nunca alzó soberbio su mano en el podium de los vencedores, pero triunfó calladamente en su familia y con sus amigos y los cercanos a su alma. Es, quizá, el que nunca apareció en las páginas de los periódicos, pero sí en el diario de Dios; el que no recibió reconocimientos, pero siempre obtuvo el de los suyos; el que nunca escribió libros, pero sí cartas de amor a sus hijos y el que pensó en redimir a su país a través de la asfixiante aventura de su trabajo común y rutinario y aquel que prefirió la sombra, porque, finalmente, es tan importante como la luz. A veces el triunfador suele ser Teresa de Calcuta, o Francisco de Asís o Nelson Mandela, o tal vez la enfermera callada, el obrero sencillo y el campesino olvidado, porque como personas triunfaron sobre la apatía o el desencanto y con su esfuerzo cotidiano establecieron la diferencia. A veces el triunfador puede ser el carpintero pobre de un lugar ignorado, o una mujer sencilla de pueblo o un niño humilde que nació en un pesebre, porque no había para él lugar en la posada...  Jóvenes a triunfar.

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