Como ocurre cada año, los cementerios de toda la provincia de Cañete se convirtieron durante el Día de Todos los Santos, en epicentros de masiva concurrencia de público y depositarios de ingentes cantidades de flores multicolores con que se adornan las tumbas y los nichos; además de servir de ocasión para compartir un almuerzo regional o hacer un brindis en honor del familiar que partió al encuentro del Señor.
Los cementerios de san Vicente, Imperial, San Luis, Quilmana, Cerro Azul, Lunahuana, entre otros, fueron los más visitados por gente de todas las edades que, llevando ramos de flores, elevaron plegarias en recuerdo de sus seres queridos.
La masiva movilización y el peregrinaje, acompañados por largas colas en las puertas de ingreso y salida de los camposantos, generó congestión vehicular en los alrededores de los cementerios durante la jornada del 1 de noviembre.
En las calles se apreció a personal de la Policía Nacional y a miembros del serenazgo para garantizar la seguridad ciudadana.
Asimismo, como es habitual, se observó la masiva venta de flores –cuyo precio se elevó de manera significativa–, al igual que de estampas religiosas de todo tamaño, las velas y la infaltable presencia de vendedoras de platos regionales, entre los que destacaban las sopas y los caldos de gallina, de cabeza de res y de cordero, la patasca, entre otros; además del clásico chicharrón de cerdo y viandas diversas.
En el cementerio de Imperial, la visita del público en esta fecha especial fue de la mano con el tradicional «compartir», en memoria del familiar enterrado allí, en que los parientes degustan un plato especialmente preparado para la ocasión –se trata, muchas veces, de aquel potaje que le gustaba en vida al difunto– y luego se brinda con alguna bebida alcohólica, que puede ser cerveza, chicha de jora o vino.
Para amenizar la visita y el compartir, los familiares llevan a un conjunto de música, por lo general vernácular, que por un pago que bordea los 30 nuevos soles entona durante una hora melodías que traen el recuerdo de los mejores momentos vividos con el pariente que ahora descansa en el camposanto.
Uno de los cementerios más concurridos es el ubicado en «huaca chivato», convertido en el epicentro de una manifestación mágico-religiosa.
Dicho camposanto surgido de la clandestinidad hace más de 30 años alberga un número indeterminado de nichos.
En el Día de Todos los Santos logra reunir en las faldas de un cerro prehispánico a más de mil personas.
Alrededor de las tumbas, cajas de cerveza, platos de pachamanca, arroz con pollo o los clásicos tallarines con pollo acompañan a los familiares en el responso anual en honor de los difuntos.
Después de todo, la muerte no es el final sino un hecho que forma parte de la existencia, y como indica un dicho popular: «sólo moriré el día que me hayan olvidado.»
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