Escribe: Ivan Reyna Ramos
El valle de Asia hidrográficamente no tiene lagunas ni glaciares, aunque -irónicamente- en su escudo sobresalen dos nevados. Territorialmente tiene en su origen al río Omas que permanece sediento y agrietado. Las cicatrices de sus añejos huaicos han formado un prodigioso colchón de nutrientes limo arcilloso que favorecen la retención de humedad. La vida de sus 6 mil habitantes -2,836 agricultores- dependen del agua subterráneo.
Bolsa de agua
Un inventario del 2002 realizado por la Intendencia de Recursos Naturales del MINAG, reportó la existencia de 110 pozos, de los cuales 60 estarían en actividad. El agricultor Froilán Chumpitaz Aburto, recuerda como el conocido pozo Manco y otros en la parte baja del valle de Asia dejaron de bombear por presentar problemas de salinidad, allá por 1990. Según la Carta Piezométrica -define la profundidad a que se encuentran los niveles de agua- esto se debe a los continuos años de sequía que comenzó a padecer el valle.
En los años 2002 y 2006, los ingenieros Germán Montoya y Alfonso Velásquez, tras efectuar estudios hidrogeológicos en los pozos El Gallo y Campanero (parte alta del valle), demostraron la existencia de una masa de agua subterránea de 50 y 100 metros de espesor. Esta bolsa de agua coincide con el voceado río subterráneo, cuyo trazo podría correr bajo el cerro Gallo hasta desembocar en el mar de Pasamayito. El presidente de la Comunidad Campesina de Asia, Fernando García Huasasquiche, está interesado en invertir en la prueba de hidrología isotópica a fin de saber científicamente la edad almacenada del agua subterránea, si proviene de la cuenca de Cañete o de Mala, y la cantidad disponible para su aprovechamiento racional y sostenible.
Pero a las sequía del valle se le ha agregado los nuevos pozos tubulares que viene explotando Orlando Sánchez Paredes en la zona de El Gallo, obligando –hace sólo unas semanas- a que la Comunidad de Asia suspenda la operación de dos pozos por su bajo rendimiento, y hoy con uno, intenta cumplir la demanda hídrica de 200 hectáreas bajo riego por inundación. Por ejemplo, el durazno –principal cultivo del valle con 102 hectáreas- requiere al año de 10,000m3 de agua por hectárea. El profesor Lorenzo Reyna Napán, presidente de la Asociación de Productores del Valle de Asia, dice que desde el 2008 trabaja en la gestión integral para el desarrollo del agro «pero más pueden las prácticas enajenadoras del futuro de nuestros hijos, porque le dejarán sin agua y sin tierra».
Siembra y cosecha de agua
Para el Ing. Luis Antonio Ancajima Ojeda, responsable técnico de la Administración Local de Agua Mala-Omas-Cañete, el tema de la gestión integral del agua en la zona pasa por organizaciones de usuarios formalizados, canales revestidos, instalación de compuertas y riego tecnificado. Asimismo, la construcción de represas, reservorios, terrazas de absorción, zanjas de infiltración y el tratamiento de aguas residuales, forman parte de la solución inteligente que los mismos agricultores con el apoyo del Estado pueden ejecutar ante la inminente crisis hídrica.
Por su parte, el Ing. Carlos Sertzen Seminario, consultor en Gestión Integral de Recursos Hídricos, propone la identificación de fuentes de agua dulce (acuíferos subterráneos con agua de buena calidad) para inyectarlo a los pozos que tienden a salinizarse. Plantea, además, la desalinización de agua de mar como alternativa ecoeficiente en estos tiempos de cambio climático. En este tema, estudiantes del colegio estatal de Rosario de Asia, el año pasado inventaron una máquina desalinizadora que funciona con gas natural, ganando el concurso FENCYT en la provincia de Cañete. Queda claro –que sin ir tan lejos como el proyecto Ñauñacu- la nueva generación asiana propone producir agua dulce en su propia tierra.
Otra de las alternativas es la reforestación y puesta de atrapane-blinas que ayudan a recargar el acuífero subterráneo. «Este es un proceso histórico, pero con la tala de árboles nos hemos quedado sin los arbustos que colectan el agua», señala Elena Bertocci, voluntaria ambiental del Cuerpo de Paz de los EEUU quien trabaja con la Comunidad de Asia, precisamente en la instalación de atrapane-blinas y la reforestación de 777 hectáreas de lomas. Iniciativa que hoy se conoce como siembra y cosecha de agua.
Después de todo, en Asia probablemente no falte agua, pero sí una óptima distribución, una buena administración responsable y eficiente. El desafío es aprender a preservar, conservar y producir agua. Como dijo el Presidente Kennedy: «Quien fuere capaz de resolver los problemas del agua, será merecedor de dos premios Nobel, uno por la Paz y otro por la Ciencia». De manera que el futuro de una gota de agua en este valle dependerá del compromiso que hoy asuman todos los asianos, sin excepción.
Cruces de Ñauñacu
Los asianos del siglo pasado concibieron la idea de traer agua de las alturas de Yauyos. Hoy se insiste en lo mismo, pese a que los especialistas advierten que se trata de un proyecto carente de sustento técnico, ambientalmente insostenible y socialmente requiere de conciliación. Aquí algunas razones:
En 1911, el Ing. norteamericano Charles W. Sutton recogió la idea y más tarde propuso un proyecto con 2 etapas: 1) canalizar el agua de la quebrada Ñauñacu y echarlo al abra Tres Cruces. 2) llegar con la canalización hasta la laguna Huascacocha, origen del río Mala, tributado por los nevados Llongote, Huayna Cottoni y Ticlla. (Informe del diario La Prensa por los 75 años de irrigaciones en el Perú, 19/09/1978).
En el 2009, el Gobierno Regional de Lima planteó nuevamente el proyecto, pero la población de Asia en su Presupuesto Participativo 2011 no lo avaló económicamente porque se trata de una inversión en Yauyos y no en Asia, de modo que es competencia del Gobierno Regional de Lima.
El estudio no analiza las implicancias del cambio climático, ni las características actuales de los nevados de menos de 5,500 msnm que desaparecerán en el 2020. Entonces el Llongote, Huayna Cottoni y Ticlla (4,800 msnm) están con sus días contados. Ya la quebrada Ñauñacu no carga agua y la laguna Huascacocha se ha reducido considerablemente.
El estudio no se hizo a la cuenca de Omas que es seca sino a la de Mala que tiene un río con agua, 117 lagunas y 37 km2 de nevados. No tiene sentido compararla, aunque -si es verdad- con un manejo integral y sostenible, se podría utilizar las aguas del río Mala en épocas de abundancia.
El proyecto en ejecución no tiene la autorización de viabilidad hídrica por parte de la Autoridad Nacional del Agua. Tampoco la necesaria consulta y coordinación de entendimiento con la Comunidad Campesina Niño Jesús de Ayavirí. Su presidente, Artemio Quispe De la Cruz, dice que en su momento plantearán la construcción de carreteras, colegios, reforestación, como compensación por el agua que se genera en su tierra.
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