Tras una hora de subida zigzagueante por las cuestas de Lunahuaná y Pacarán se llega al corazón de Zúñiga, uno de los dieciséis distritos de la provincia de Cañete en la misma frontera geográfica que se une con Yauyos, ahí donde parece que los márgenes de las montañas se besan y abajo el río Cañete corre disforzado y cristalino camino al Pacífico.
Esta quebrada que ha sido bautizada como «La tierra del eterno sol radiante» se está convirtiendo en la nueva alternativa turística de Cañete. Sus caprichosas montañas púrpuras y el intrincado sistema vascular de la cuenca le imprimen privilegio a esta tierra llamada también «Capital de la uva uvina». Es que Zúñiga se encuentra en un lugar perfecto (820 metros sobre el nivel del mar), especial para contemplar las siluetas de los andes, contactarse con la cultura de otros tiempos y admirar su inagotable biodiversidad.
CANOTAJE BAJO LA LUNA
Es en esta perfecta síntesis de río y sol, preciso para aprovechar los últimos chispazos del día, alistar los botes, remos, flotadores, linternas a mano, y suficiente adrenalina y echarnos a recorrer un pedazo del río Cañete, en los momentos en que la luna empieza a brillar. Miguel Angel Rivadeneyra Avalos, carismático guía de canotaje y también encargado de la oficina de turismo de la Municipalidad Distrital de Zúñiga, se pone al frente de la balsa y de un puñado de turistas que quieren disfrutar por primera vez el canotaje nocturno.
En realidad, este es el primer ensayo de canotaje bajo la luna. «Este río es mágico, y hacer canotaje en la noche es una experiencia alucinante», nos comenta Miguel, mientras domina la embarcación entre los rápidos. El río ondulante produce sensaciones de éxtasis. La luna siempre va en medio del río. Aquí la novedad, el desafío, la adrenalina y la gloria son los placeres de este nuevo horario de hacer canotaje.
Si bien –esta modalidad aún no está abierta al turismo en general- en el futuro podría ser una propuesta de excelentes resultados. Por lo pronto, ya se han diseñado los circuitos tradicionales. Una de las rutas es la llamada zona básica, especialmente para niños, que parte del embarcadero de San Juan y termina en Machuranga (4 kilómetros de recorrido). Después está la zona intermedia, la de adultos, la que parte del puente Huancapuqio hasta el puente Pacarán (9 kilómetros). Luego está la zona extrema, la de los expertos, que empieza en Machuranga y termina en el puente Pacarán (10 kilómetros). Y no podía faltar la zona comercial, donde grandes y chicos pueden embarcarse desde el cerro Chunta hasta el puente Pacarán, en un total de 6 kilómetros.
MENSAJES DEL PASADO
Durante siglos –de acuerdo con el cronista Fray Cristobal de Castro (1558)- los zúñiguenses, vienen a ser herederos del kuraca Caciarucana, el que gobernó la quebrada antes de la invasión del Inca Túpac Yupanqui, los que siempre vivieron en condiciones extremas a orillas del río, perpetuando gestos, tradiciones y casas que han quedado inalterables en el tiempo. Una de ellas es el sitio arqueológico de Cruz Blanca. En coincidencia, los estudios etnográficos del historiador Carlos Larrabure y Correa (1925), dice que a este sitio se le llamaba «Pago de Cruz Blanca», y sus edificaciones «eran del jefe de los gentiles», revelándose «la prosperidad en que le gustaba vivir», con magnífico panorama al río Cañete.
Hoy este complejo arqueológico (declarado en el 2004 como Patrimonio Cultural de la Nación) tiene 16 hectáreas que se encuentra abierto al turismo. Su buen acceso permite llegar en 20 minutos desde la Plaza de Zúñiga. Es probable que sus recintos sirvieran como depósitos de granos y ajíes. Hay una plaza ceremonial que se cree sirvió para rendir culto al dios Llorón, y también a seres mitológicos como el puma, el cóndor, la serpiente, en agradecimiento a la fertilidad de la tierra.
Sobre esos seres, Larrabure y Correa -agrega- que «Zúñiga tenía cinco grandes rocas, grabadas con diversos dibujos, representando aves, culebras, cántaros y objetos variados». Pero de todos los petroglifos, era la «Paisanita» (figura de una mujer con los brazos cruzados) la que preocupaba a los pobladores ya que por un lado interrumpía la acequia Chaupe, formando embalses y quiebras, y por otro, le atribuían maldades que –según ellos- originaba todos los años la muerte de uno de los regantes. Fue entonces, que en 1914, dinamitaron las rocas y acabaron con los mensajes vivenciales de unos ocho mil años de antigüedad. Aún así, recientemente se han encontrado nuevos petroglifos en el Anexo de Machuranga. Un atractivo más para agregar a este circuito arqueológico.
CAMARONES A LA CARTA
Delante de mis ojos se abre una mesa de apetecibles platillos típicos de Zúñiga, mientras la hermosa Eunice Camus Oyola nos engríe con una sopa seca de camarones. Aquí nunca faltan los camarones en chupe, guiso, chicharrón, tiradito, cebiche, sudado, a la plancha, al ajo, reventón, escabeche, picante, tallarines. Y si lo prepara doña Esperanza Castillo Collantes, ama y señora del Restaurant Turístico «La Cabañita del Sabor» (pasando el puente Pacarán-Zúñiga, kilómetro 58 de la carretera Cañete–Yauyos), es todo un placer saborear estas exquisiteces, además del arroz con pato, tamales, picante de cuy y truchas al vapor.
Sí, truchas de Zúñiga. Es que tanto los camarones como las truchas se los encuentra en el río hasta los 1,000 metros sobre el nivel del mar. Y Zúñiga es el único lugar de Cañete que cuenta a la vez con estos dos recursos que le dan valor agregado a la oferta gastronómica. Y si a esto le agregamos los panecillos que salen de los hornos artesanales, los piscos mosto verde de uvina, los vinos manzanillas quebranta y las mazamorras de maíz morado, es como volver a vivir intensamente.
PENSANDO EN TURISMO
En Zúñiga se mantienen las costumbres de salir a pescar pejerreyes, bagres y lizas. Un buen punto es el lugar denominado Larpa donde se encuentra la famosa Piedra Calavera. Las frutas de temporada las cosechan en cestas de carrizo. Los cangrejos y camarones los recolectan en canastas de cañabrava. Los jóvenes y niños bailan la danza de los camaroneros, como tributo a la abundancia del río. El principal cultivo es el maíz morado, lo sigue la uvina, que sirve para preparar los espirituosos piscos. El pueblo cuenta con una docena de hospedajes e igual número de restaurantes. Así, el turismo está marcando sosteniblemente su propio espacio.
El alcalde del distrito, Fausto Paucar Manrique, se ha propuesto invertir 50 mil soles en el sector turismo. Por lo pronto ha empezado por mejorar los accesos a los principales destinos. Ya está lista la ruta que lleva al sitio arqueológico de Cruz Blanca que sirve además para las caminatas y paseos en cuatrimotos, así como los amplios callejones que conducen al río para los deportes extremos de canotajes, kayac, cuatrimotos, ciclismo de montaña.
El 15 de agosto, los zuñiguenses celebran la fiesta de su Patrona, La Virgen de la Asunción y también aprovechan para desarrollar el festival de los deportes extremos. Zúñiga se encuentra a diez minutos de Pacarán, a media hora de Lunahuaná, y a tres horas y media de Lima (kilómetro 62) de la carretera Cañete–Yauyos. Hay buenas razones para que los turistas, viajeros y andariegos visiten este pueblo embriagado por el eterno sol que intenta hacer realidad sus sueños y esperanzas.
RÍO BENDITO
El río Cañete -la segunda cuenca más importante del Perú después del Santa- es excepcional porque con 430 millones de metros cúbicos al año da vida a 24 mil hectáreas agrícolas. Pero lo que muy pocos saben es que el camarón de río (Cryphiops caementarius) se había extinguido por prácticas indiscriminadas. Fue, entonces que en 1998, el Gremio de Recolectores de Camarones del Río Cañete con el apoyo de los municipios –entre ellos el de Zúñiga- llegó hasta el río Majes en Camaná (Arequipa) y trajo 100 mil ejemplares que fueron repoblándolos a lo largo del río Cañete. Hoy es uno de los ríos con mayor producción de camarones en el país. (Iván Reyna Ramos)
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