AGRESIVIDAD...
Con frecuencia escuchamos que una mamá quejarse de que su hijo le pega a otros niños y es muy agresivo, cuando en realidad sus reacciones sólo corresponden a una etapa del desarrollo infantil y al nacimiento de su todavía incipiente socialización.
Una vez superada la angustia de separación y pasando el primer año de edad el niño comienza a poseer su mundo. Descubre la maravillosa palabra "mío" y quiere utilizarla todo el tiempo. Le cuesta mucho trabajo entender que si presta algo no lo pierde para siempre y que más tarde lo recuperará. Recordemos que los niños de esta edad viven sólo el aquí y el ahora y no tienen capacidad de anticipar el futuro. Esto los hace sentirse desolados ante la idea de prestar su juguete o permitir que otro niño juegue al mismo tiempo con él. Equivocadamente los padres tachan estas reacciones como agresividad y cometen el error de hacerlo frente a sus hijos diciéndoles: "no seas egoísta, presta tus cosas" o "niño feo no seas agresivo". Los niños son lo que crees que son y poco a poco, a base de oír que son agresivos, se vuelven de esa manera para cubrir las expectativas de sus padres.
Si bien es cierto que una parte del temperamento es heredado y no puede hacerse nada al respecto, otra gran parte del carácter es adquirido, principalmente en las experiencias vividas por el niño en sus primeros cuatro años de vida. Si durante este periodo un niño es tratado con agresividad y malos modos, éste será el lenguaje que él conozca y el que utilice.
El espacio vital y su defensa es otro punto a considerar, los pequeños apenas empiezan a descubrir el mundo social y en ocasiones les intimida que otro niño se acerque a tocarles el cabello o ver el gorro que traen, reaccionan ante ello por instinto de defensa con cierta agresividad, que no es otra cosa que la demarcación de límites. Cada pequeño y aun los adultos tienen un límite de contacto con otras personas, pasarlo los hace sentirse incómodos. Necesitan mucho de la guía de sus padres para que suavemente y poco a poco les enseñen que no pasa nada si otra persona se les acerca o los toca, y mostrarles lo agradable que puede ser la expresión física de los afectos.
Del manejo que des a esta etapa del desarrollo de tu hijo dependerá el que desaparezca pronto para dar paso a otras manifestaciones de su temperamento, o permanezca ahí para, como mencionamos antes, cumplir lo que el pequeño siente que se espera de él. Por ejemplo: ciertas mamás ya están predispuestas a que su hijo va a pegar, entonces, cuando se acerca a otro niño, inmediatamente le dicen: "no vayas a pegar" o "pórtate bien", creyendo que es un aviso cuando en realidad es toda una programación neurolingüística; en pocas palabras, el decirle a un niño: "tápate que te vas a enfermar" es predisponerlo a la enfermedad.
Otro caso es el niño con demasiada energía y que le cuesta mucho canalizarla, se espera de él mucha tranquilidad o periodos largos de atención y esto verdaderamente se le dificulta. Lo cual creará en él un cúmulo de emociones que al no saberlas manejar las descargará de manera negativa. Una vez más, el papel de los padres es el de ser guías y facilitadores para mostrarle el camino correcto de las relaciones humanas, los límites claros y todo ello con disposición y buen modo. No olvides que tu ejemplo dice más que mil palabras.
Detrás de una conducta francamente agresiva se encuentra un llamado de auxilio que tiene como finalidad atraer atención. No olvides que debes tener mucha paciencia, y que lo último que quieres son gritos y malas relaciones dentro de tu hogar.
Cabe mencionar que, como en todo, la agresividad tiene un límite y existen niños (el menor número de casos) cuya agresión es patológica, que detrás de ella hay problemas psicológicos o neurológicos que requieren del tratamiento de un especialista.
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