A fin de exhaltar la espiritualidad y de estar preservando lo artesanal…
BODEGA VITIVINICOLA “VIÑA DE DIOS” PRESENTO SELECTA PRODUCCION DE VINOS Y PISCOS EN LUNAHUANA
Como no podía de ser otra manera, la vieja Bodega Vitinìcola “San Pedro”, hoy re-bautizada como “Viña de Dios”, singular nombre atribuido por su actual propietario, Felipe Lira Torrejón, y que antaño se constituyera en la más grande productora vitivinícola de toda la Provincia de Cañete, el último fin de semana, lanzó su más selecta producción de vinos y piscos en sus redecoradas instalaciones, ubicadas éstas en el Boulevard del mismo nombre y a orillas del rìo Cañete.
Esta significativa actividad se llevó a cabo ayer, Domingo 28 de Septiembre bajo la conducción del Coordinador principal, Emilio Viccina Visso, conocido Escritor del Libro “Así soy yo, el Pisco, quién además estuvo ofreciendo a los asistentes referencias históricas e información general de la producción vitivinícola artesanal del Valle de Cañete. Durante su desarrollo se ofreció catas de Cachina Rosé, del Cóctel “San Gerónimo Sweet”, del Vino Manzanilla de Borgoña, del Pisco Mosto Verde, entre otros que fueron el deleite de los turistas y del público en general; hay que señalar que el evento se realizó en el marco de las celebraciones por los “50 Años de Creaciòn Politica del Anexo de San Gerónimo” y de su Fiesta Patronal”, la misma que tuvo como atracción principal una suculenta Pachamanca ecológica.
Y en sus propósitos de exaltar la espiritualidad, la relación milenaria del vino con la religión, encontramos en sus viejos armarios lo que la historia refriere de lo que fue el vino para los griegos, en el que se sostiene que este fue un regalo de Dionisios. Los sumerios tuvieron a la diosa Gestín, que significa ‘madre cepa’. En Egipto el dios del vino fue Osiris, y el fruto de la uva fueron las ‘lágrimas de Horus’. Los romanos ofrecieron vino a Vesta en el fuego de su hogar y libaciones a Baco. Noé plantó una viña tras el diluvio y Jesús selló su Nueva Alianza con vino.
La vinificación fue uno de los primeros conocimientos técnicos que adquirió la humanidad, antes de la escritura, la rueda y es posible que el propio fuego. El vino no fue inventado, estaba ahí a la espera de ser descubierto. Dada la concentración de azúcares en su jugo, la uva es el único fruto con tendencia natural a fermentar. Nada más la baya está madura y el zumo entra en contacto con las levaduras presentes en el entorno, comienza la transformación de la glucosa en alcohol.
La ‘Enciclopedia Larousse del Vino’ resume así como pudo ser aquel estimulante acontecimiento: “Es posible imaginarse a un hombre de la Edad de Piedra depositando unos racimos maduros en algún tipo de recipiente -pote de arcilla, bol de madera u odre de piel- y dejándolos fermentar. (...) Después de unos días, el líquido obtenido será una especie de vino. ¿Quién fue el primero que bebió ese zumo excitante y delicioso? No lo sabremos jamás, pero él vivió posiblemente la experiencia de la primera resaca”.
La vigencia de la identificación de la vid con el ‘pueblo de Dios traspasa los milenios con tal éxito como para ser la frase escogida por el nuevo Papa para saludar a sus fieles nada más ser designado Benedicto XVI: “No soy más que un humilde trabajador de la viña del Señor”.
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