Escribe: Cleto Aguado Gutiérrez
Dicen que en tiempos antiguos, Cuniraya Huiracocha, huaca convertida en hombre muy pobre andaba paseando con su capa y su cusma hechas harapos. Sin reconocerlo algunos lo trataban de mendigo piojoso, pero este hombre animaba a todas las comunidades. Con su sola palabra preparaba el terreno para el sembrío y construía los andenes, con nada más que arrojar una flor de cañaveral llamado pupuna abría una acequia desde su fuente. Así realizando toda clase de hazañas andaba humillando a las demás huacas locales con su saber. Había una vez una mujer llamada Cahuillaca que también era huaca, era todavía doncella, como era hermosa todos querían acostarse con ella, siempre los rechazaba.
Sucedió que esta mujer, que nunca se había dejado tocar por un hombre, estaba tejiendo debajo de una planta de lúcumo. Cuniraya, gracias a su astucia se convirtió en pájaro y subió al árbol. Como había allí una lúcuma madura introdujo su semen en ella y la hizo caer cerca de la mujer; ella muy contenta se la comió. Así quedó embarazada, sin que ningún hombre hubiera llegado hasta ella. Nueve meses más tarde dio a luz, aunque todavía fuese doncella. Durante un año, más o menos crió sola a su hijo, amamantándolo y siempre se preguntaba, de quien podía ser su hijo.
Al cumplir el año –el niño ya andaba a gatas- hizo llamar a las huacas y los huillcas a fin de saber quién era el padre. Cuando oyeron el mensaje, todas las huacas se regocijaron mucho y acudieron vestidos con su ropa más fina, cada uno convencido de ser el que Cahuillaca iba a amar.
Esta reunión tuvo lugar en Anchicocha. Cuando llegaron al lugar donde residía esa mujer, todas las huacas y los huillcas se sentaron, entonces ella les habló: «¡Miradlo!, varones, señores, ¿reconoced a este niño!, «¿Quién de vosotros es el padre?. Y a cada uno le preguntó si había sido él. Pero, ninguno dijo que era su hijo.
Cuniraya Huiracocha, se había sentado a un lado; despreciándolo Cahuillaca no le preguntó a él, pues le parecía imposible que su hijo hubiera podido ser engendrado por aquel pobre, habiendo tantos varones hermosos presentes. Como nadie admitía que el niño era su hijo, le dijo a éste, que fuera él mismo a reconocer a su padre; antes les explicó a las huacas, que si el padre estaba presente su hijo se le subiría encima. El niño anduvo a gatas de un lado a otro, pero no se subió hasta llegar al lugar donde estaba sentado su padre. Enseguida muy alegre se trepó por sus piernas. Cuando la madre lo vio, muy encolerizada, gritó: «Ay de mí ¿cómo habría podido yo dar a luz, al hijo de un hombre tan miserable?». Y con estas palabras cargando a su hijo se dirigió hacia el mar para terminar con su vida y la de su vástago, hecho que habría originado la formación de las islas en el sector de Lurín, pues el escenario de la narración fue Huarochirí, parte alta de Chilca.
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