PROS Y CONTRAS DEL ‘BOOM’… Las contradicciones de Asia
Asia resume las paradojas del país: con los impuestos que pagan los clubes se hacen obras, pero la restricción al mar y la falta de capitalización de recursos amenazan varios sectores.
Por Nelly Luna Amancio.
El trabajo arrastró a Noel Regalado a Asia, pero fue el amor lo que determinó que se quedara a vivir allí. Era inicios de los 90 cuando conoció a la que sería su esposa. Ella, hija de agricultores. Él, trabajador de construcción civil. El negocio inmobiliario de las exclusivas casas de playa despegaba con fuerza en todo el sur y prometía «chamba para rato». Pronto Noel levantó su casa en Santa Cruz, una de las urbanizaciones populares formadas por los migrantes que llegaron alentados por la oferta laboral.
Él es ahora uno de los 2.500 trabajadores de Asia y balnearios que viven de la construcción. Este crecimiento atrajo a cientos de migrantes como Noel. El año 2000, unas tres mil personas vivían en Asia, ahora son 6 mil y si se cuentan a los residentes de las casas de playa que arriban en verano la cifra supera los 18 mil.
El presupuesto municipal del distrito depende básicamente de los impuestos y arbitrios que pagan estos clubes. «Con ese dinero se han pavimentado las calles y construido el centro de salud de la zona llamada Capilla, donde se encuentra la municipalidad», explica José Huapaya, Técnico de la Secretaría de Defensa Civil. Antes de que los clubes se instalaran, los recursos económicos de la municipalidad apenas cubrían los sueldos de los funcionarios.
Este año el presupuesto municipal es de 4 millones de soles. En los próximos meses -según la municipalidad- se ha previsto culminar el catastro, ampliar la electrificación y fortalecer la capacidad de gestión de los funcionarios.
Sin embargo, a pesar del aumento y de los sofisticados estilos de vida en los clubes, Asia sigue siendo un distrito pobre: el 60% no tiene agua potable, el 80% carece de desagüe y el 95% de las calles no está asfaltado.
«La municipalidad hace muy poco por las zonas más pobres», dice Hugo Aburto, presidente de la Asociación de Pescadores. No hay duda de que la inyección de dinero de los clubes y el despegue comercial (iniciado hace ya unos 20 años) alivió en algo el magro presupuesto del distrito y promovió algunos circuitos económicos como el hotelero y el gastronómico, pero golpeó otros como el de la pesca artesanal que durante el verano tiene restringido el acceso al mar.
EL ‘BOOM’ DE LOS SERVICIOS
Hace seis años, Francisco Ojeda era un hábil pescador con un pequeño restaurante frente al mar de Pasamayito, la playa que visitan los pobladores de Asia y que se encuentra al final de los clubes privados.
Pero luego, con el ‘boom’ comercial, comprendió que era más rentable fortalecer el negocio de comidas. Fue así que decidió no pescar más y relanzó dos restaurantes a los que llamó «La Chita Erótica». Asia está de moda.
Junto a los nuevos residentes, llegan invitados y turistas buscando no solo el reconfortante paisaje del mar y su isla de enfrente, sino también lugares donde comer y dormir. La demanda de nuevos y exigentes servicios está modificando actividades tradicionales del distrito.
Ese es el caso de Rosario de Asia, donde la afluencia de extranjeros está fomentando una ola de construcciones de hospedajes (cuyos elevados precios aún no justifican la calidad de los servicios que prestan).
En esta zona del distrito -tradicionalmente de pescadores- funciona una docena de hospedajes con tarifas que superan los 200 soles en los fines de semana. El pueblo de Rosario de Asia está atravesado por la antigua Panamericana Sur.
Hace apenas unos 5 años era un pequeño poblado de calles empolvadas y casitas de un solo piso. Hoy, los hoteles le están cambiando sin ningún control el rostro y los precios de las viviendas se están multiplicando.
Aquí, frente a la playa Pasamayito, se encuentran los últimos terrenos vendidos por la comunidad campesina. «¿Si lotizan también esta playa, que es la única por donde podemos ingresar con nuestras embarcaciones al mar, por dónde vamos a salir a pescar?», se pregunta Hugo Aburto. Son 200 las familias que dependen de la pesca.
EL DILEMA DEL FUTURO
El crecimiento económico del sur esconde sus paradojas. Por los clubes, en cuyo pago de impuestos se sustenta el engrosamiento de las arcas municipales, el concejo restringió el acceso de los pescadores al mar durante el verano.
Otro ejemplo, algo más distorsionado, puede ser cómo la municipalidad decidió -hace unos 4 años y pensando también solo en los residentes de estas casas de playa- no trabajar los días lunes.
«Ese día no hay movimiento en la municipalidad... claro, la gente del pueblo se molestó un poco al inicio pero después se les pasó», explicó un funcionario. Las actividades de la municipalidad giran en torno a los clubes. Y todo indica que las de muchos de los habitantes también empiezan a ser así. Eso es lo que está pasando en Capilla. Si Rosario es la zona de los pescadores, Capilla representa la zona tradicional de los agricultores. En este sector se han comenzado a vender chacras a personas interesadas en construir casas huerta.
«No sabemos la cantidad de hectáreas vendidas pero sí que hay mucha gente interesada en comprar», dice José Huapaya. La falta de información sobre lotes de vivienda, terrenos ocupados y vendidos es uno de los problemas capitales de este distrito.
En Asia -sin contar a los clubes que sí tienen saneados sus terrenos- no más de 10 viviendas cuentan con títulos de propiedad. La comunidad campesina fue la gran responsable de este caos. José Huapaya estima que ya se habría vendido más del 80% de las tierras de la comunidad. ¿Si la tierra es la razón de ser de los agricultores, qué están haciendo para capitalizar sus ingresos en el futuro? «Un vecino ha vendido ya su chacra, en un futuro de repente también tendré que hacerlo yo porque mis hijos no quieren trabajar aquí, ellos prefieren trabajar en el bulevar», dice Pablo Malásquez, agricultor de duraznos de Capilla.
Lo mismo ocurre con los hijos de la mayoría de agricultores. Algunos de los cuales, por ejemplo, laboran ahora como ‘caddies’ en el campo de golf que se ha construido en el kilómetro 94. Ahí también laboran varias mujeres que han abandonado el campo para trabajar en el mantenimiento del césped. Salvo este club, que espera atender todo el año, el resto de empleos es temporal.
¿Qué pasará con las familias que ahora venden sus tierras pero que no invierten esos ingresos en otras actividades productivas?. «Las autoridades locales deberían fomentar y capacitar a la población en la prestación de servicios y en la capitalización de sus ingresos», dicen los representantes de la Asociación de Propietarios de Inmuebles del Litoral Sur (April).
Si no logran hacerlo, el desarrollo del sur excluirá a sus habitantes originarios. Lo que pasó con el mercado San Pedro de Mala es una clara muestra. Durante varios años -y desde que comenzó el desarrollo en el sur- este mercado fue el gran centro de abastos de la zona.
Los restaurantes y familias de Asia compraban aquí la carne, los pescados frescos y frutas. Sin embargo, con la consolidación de nuevos espacios comerciales se elevó la competencia, un reto que los comerciantes no lograron enfrentar en su momento. «No estuvimos preparados para atender las exigencias de esa demanda. Ese público estaba acostumbrado a comprar, por ejemplo, todo fileteado y nosotros no sabíamos hacerlo. Nos dimos cuenta muy tarde, pero ahora queremos relanzar y mejorar nuestros servicios para competir», dice Jaime Francia, presidente del mercado.
PESCADORES TIENEN RESTRINGIDO ACCESO AL MAR…
Don Gregorio Villalobos es un pescador de 83 años. Recuerda con nostalgia que hace tan solo dos décadas podía pescar entre 8 y 9 toneladas de chita, corvina y raya. «Ahora se saca mucha más lorna, pero muy poco de chita y lenguado. Las especies se han reducido, pero también los espacios de playa que tenemos para pescar. Ahora solo podemos entrar por la playa Pasamayito porque las otras entradas las cierran en verano y están ocupadas por los clubes», dice.
Una ordenanza municipal les impide a los pescadores ingresar con sus embarcaciones -que por el peso necesitan ser arrastradas por un vehículo- en verano. «Nos dicen que podemos salir entre las 8 p.m. y las 6 a.m., pero a esa hora en realidad tampoco se puede ingresar porque los accesos están trancados y solo se puede ingresar a pie. Eso es injusto, nosotros queremos una alternativa para poder trabajar con tranquilidad», reclama Hugo Aburto, presidente de la Asociación de Pescadores.
Los pescadores señalan que el área que les corresponde para pescar como miembros de la Comunidad Campesina, abarca desde el kilómetro 97 al 118 de la Panamericana Sur. «Pero eso solo se cumple en invierno, porque en verano solo tenemos tres kilómetros de playa. Estamos desesperados... Solo estamos pescando un poco de lorna, los mejores peces están en las zonas a las que no tenemos acceso. Si en un mes alcanzamos los 300 soles es un milagro», insiste Hugo Aburto.
Tanto él como el resto de pescadores y comuneros no entienden qué se hizo con el dinero producto de la venta de tierras. «Hubiéramos podido invertirlo en algo», dicen. Hasta ahora ningún presidente de comunidad responde por esos montos
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