Escribe: Ceguferno
«La voz del pueblo es la voz de dios» es solo una bonita frase o aun podemos sostener que el pueblo es infalible y no se puede equivocar? ¿Acaso es un recurso demagógico que usan los políticos para engatusar al mismo pueblo, conseguir sus votos y una vez conseguido el cargo público, olvidarse de él?
Si el pueblo, que lo constituimos los ciudadanos, no nos equivocáramos, entonces qué sentido tendría revocar a las autoridades elegidas porque si los elegimos eran porque los creímos los mejores, los más capaces y honestos; entonces como no nos podemos equivocar, ellos son los más capaces y honestos, entonces para que destituir a los elegidos por el mismo pueblo.
Queda claro entonces que si nos podemos equivocar y yo en mi caso particular, más de las veces me equivoco y solo en algunas acierto y eso responde a nuestra naturaleza humana, sustento al fin de los ideales democráticos plasmados en las constituciones y leyes de los regímenes de derecho.
La revocatoria como tal es una institución del ejercicio de la democracia directa tanto o más importante que la participación ciudadana en el presupuesto participativo, los cabildos abiertos, la rendición de cuentas, el referéndum, la reforma constitucional, etc.
La revocatoria es, en buena cuenta, el derecho legítimo del pueblo en su ejercicio de soberano a destituir de sus cargos a las autoridades políticas elegidas por el mismo pueblo, es el pueblo que le dice a sus autoridades locales o regionales: «hasta aquí nomás», contigo me equivoque, no eres la persona honesta y capaz que supuse, «te revoco por el imperio de mi voto» que es la decisión soberana y libre del gran elector.
Cierto que algunos políticos y hasta ciertos comunicadores sociales creen ver lo que ellos llaman un trasfondo, un interés particular en quienes adquieren los kits de revocatoria y hay hasta quienes creen en tramas e intrigas tras los planes de revocar autoridades; y hasta algún presidente regional, en el colmo de la soberbia, dice que apenas son cinco personajillos, todo ello no hace sino revelar el pobre concepto que tienen del pueblo, el mismo que los eligió y que entonces adularon, esos mismos candidatos hoy ungidos autoridades muestran todo su desprecio hacia ese colectivo que hoy se apresta a firmar los planillones de la revocatoria.
Puede que sean ciertas las tramas, los intereses políticos (la revocatoria es una institución política), pero ella no la deslegitima, lo mismo sucede en las elecciones, donde siendo una contienda política es legítimo el interés político de sus actores, pero en modo alguno se superpone a la decisión del soberano, el pueblo, que es al fin y al cabo el destinatario de sus decisiones materializadas en sus votos. La revocatoria es una institución como lo es la elección de las autoridades, enmarcado como un derecho de los ciudadanos a participar en los asuntos públicos y consagrado por primera vez en la constitución de 1993, en su artículo 31, como un derecho y deber político, porque si se da el presupuesto (la valla) de que se consiga el número de firmas requeridas (un altísimo 25% del total de electores del padrón), entonces estaremos obligados por la ley electoral a asistir a las votaciones por la revocatoria de las autoridades, donde con la asistencia de más del 50% de electores, sólo se revocara si el si gana las elecciones.
Entonces como podemos ver, es un proceso complejo, difícil, donde hay que conseguir el número de firmas requeridas para que proceda el proceso electoral y entonces muy poco importará quien o quienes compraron el kit o quien o quienes lideran la convocatoria; en realidad nosotros, el pueblo, será quien decida si le dice «hasta aquí nomás» a las autoridades o si por el contrario, y aun firmando los planillones, le ratifica su confianza a los gobernantes.
En realidad, uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con las autoridades (y yo después de sufrir a Javier Alvarado no pienso en revocar a Montoya), pero ello no impide que firmemos los planillones de la revocatoria y yo los voy a firmar no porque piense en revocar sino porque creo en que se active un mecanismo democrático como es asistir a las urnas y que el pueblo se exprese, después de todo nadie puede anteponerse a las decisiones del soberano.
Queda pendiente la tarea de extender los alcances de este derecho a revocar las autoridades ya no solo locales y regionales, sino también autoridades nacionales como son congresistas e inclusive Presidente de la República, recordemos, fue una de las promesas de Humala y aun no se cristaliza ni tan siquiera una iniciativa legislativa, después de todo «otorongo no come otorongo».
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