«Su hijo es el mayor compositor que jamas haya conocido.» Estas fueron las palabras que Haydn dirigió a Leopold Mozart, el padre del compositor. Tambien Goethe, despues de la muerte del músico, comentó a Eckermann en sus Conversaciones que «Mozart es inlcanzable en el terreno de la música, y Shakespeare lo es en de la poesia». Wolfgang Amadeus Mozart nacio en Salzburgo, en enero de 1756. La precocidad de su talento hizo que a los cinco años tocara el clave con rara fluidez y esbozara las primeras partituras, unas breves obras para tecla; ello determino a Leopold a organizar largas giras exhibiendo al pequeño maestro (junto a su hermana Nannerl) en las mas distinguidas cortes europeas y las principales ciudades del continente. Asi lo hallamos en 1763 en Versalles, y poco despues en Londres, donde conocio a Johann Cristian Bach. En 1765 ofrecio numerosas veladas musicales en los Paises Bajos, Paris y algunas ciudades alemanas. El prestigio le valió, tras su regreso a Salzburgo en 1768, el nombramiento de «Maestro de conciertos de la corte», un cargo honorifico. Pero su idea , o mejor, la de Leopold, era triunfar en Italia, a donde padre e hijo partieron en 1769. Ese constante trasiego, a menudo realizado en las condiciones mas deplorables , acabo minando la salud de mi maestro y todavía adolescente Wolfgang, que, entre fatigas, estreno en Milan su opera Mitridate en 1770, el año que le fue concedida la espuela de oro, una importante distincion papal (no profeso ninguna religión). Pero en 1772 un hecho iba a condicionar su trayectoria: la llegada del del príncipe-arzobispo Colloredo al trono de Salzburgo, con quien mantuvo una relacion tensa, violenta a veces, y que desemboco en el afincamiento de Mozart en Viena. Sin embargo, mientras estuvo en la casa paterna escribió bellisimas obras, como los cinco conciertos para violin (1775), la Serenata «Haffner» (1776) y, sobre todo, el Concierto para piano num. 9 «Jeunehomme», considerado como la primera obra plenamente «clasica» del musico. Esta producción la alternaba con viajes constantes a Munich, Viena, Augsburgo y Mannheim, en cuya corte conoció a los mas avanzados del momento, miembros de una famosa orquesta que sirvio de modelo para toda Europa. Mozart aprendio mucho del estilo de aquellos maestros, y siempre acaricio la posibilidad de formar parte del insigne conjunto orquestal. Pero este ir y venir (cabe recordar en 1778 emprendió de nuevo el camino hacia Paris) colmo la paciencia de Colloredo, hasta que en 1781 las desavenencias propiciaron la definitiva marcha de mi maestro a Viena. Alli se caso en 1782 con Constanze Weber e inicio una etapa febril, decisiva para la historia de la música, pues fue entonces cuando consolido el lenguaje del Clasicismo y llevo a mayores extremos los preceptos de su estimado Haydn. Debe pensarse que desde su llegada a la capital hasta su muerte, periodo en el que no transcurrieron mas de diez años, escribió alrededor de trescientas obras, entre la s que hay composiciones capitales como los conciertos para piano (sobre todo, los nums. 17, 19, 20, 21, 23, 25, 26 y 27), las sonatas para el mismo instrumento, el concierto para clarinete, las sinfonías (de las que subrayamos las relacionadas con los nums. 35, 36, 38, 40 y 41), los cuartetos de cuerda (de los que destaca una bellísima serie dedicada a Haydn), el quinteto para clarinete y diversas operas, cada una de las cuales habria bastado para granjearle la fama universal: Las bodas de Fígaro, Don Giovanni, Cosi fan tutte, La clemenza di Tito y La flauta mágica. Su ultima partitura es de caracter sacro: se trata de un de sus paginas mas legendarias, el Requiem, del que dejo muchas partes inacabadas. El propio Wolfgang creyó que escribia esta obra para si mismo, dada su precaria salud, en nada favorecida por los excesos de la vida disipada que llevo y por el denotado esfuerzo que supuso tan sublime y copiosa producción. La madrugada del 5 de diciembre de 1791 moria en Viena.
Mozart: Sinfonia N° 38, K. 504 «Praga»
No dejes que termine el día sin haber
crecido un poco,sin haber sido feliz,
sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho
a expresarte, que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de
tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras
y las poesías sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia
est...á intacta. Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio y tu abandono.
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