04 diciembre 2013

ANALFABETOS DE AYER Y HOY...

Escribe: Guillermo Peña

Todos preocupados por quién será el próximo alcalde del barrio, pendientes de la inmediatez; mientras que los grandes problemas están relegados.
Una medición de PISA nos ha colocado como los últimos en comprensión lectora; los últimos entre sesenta y cinco países. Y no es la única precariedad, menesterosidad o indigencia nuestra en el saber. No, claro que no.
La era del postmodernismo (del espectáculo, de la informática) se ha caracterizado principalmente por el gobierno de la imagen (videocracia), porque la gente cada día lee menos (rechaza la lectura), porque detesta esforzarse en adquirir conocimientos. A esto se debe su excesivo interés por la televisión basura y su programación pensada solamente para un sector que no lee ni entiende, y que sólo quiere que la distraigan, que la diviertan, que la engañen. Ingresamos, de manera precipitada, al proceso de reanimalización, de obsolescencia del cerebro, de enmierdamiento social. Nunca se ha visto a tanta gente presumiendo no haberse leído un puto libro en toda su vida. La mayoría de nosotros ni siquiera sabe escribir y expresarse correctamente: a diario convertimos el lenguaje escrito en jeroglíficos, disque porque el idioma está evolucionando y, por lo mismo, simplificán-dose; cuando en realidad es todo lo contrario: involuciona y se extingue. Y los que saben leer y escribir, no ejercen. Los que gobiernan se aprovechan de esta incultura para seguir dominando a esa gran mayoría de ignorantes.
Está demostrado, el sistema educativo de hoy es un desastre. Y no sólo me refiero a los colegios. Las universidades están bajando su nivel para aceptar a todos aquellos que nunca merecieron ingresar, a aquellos que nunca utilizaron su cerebro (antes era casi imposible ingresar; ahora, es imposible no ingresar). Las universidades están reduciendo materias para complacer a ese sector que no lee ni entiende, que sólo quiere sentir la textura del cartón en sus manos. Las universidades defienden sus intereses económicos, sus negocios. Mientras tanto, los padres de familia —la mayoría sin estudios superiores ni básicos, pero que pretenden una movilidad social a través de sus hijos—, apuestan por estas instituciones educativas invirtiendo todo el dinero que tienen (trescientos o cuatrocientos soles mensuales, que en realidad es una miseria si se pretende una educación de nivel en nuestro país) para que sus hijos sean profesionales. Lamentablemente terminan siendo estafados por esas universidades, pues ese título no les sirve para nada. Lo terrible es que a muchos jóvenes universitarios les encanta este sistema de enseñanza: sin materias, sin exigencias, sin control, sin esfuerzos y sin catedráticos idóneos. Y todos saben que sin esfuerzo no hay aprendizaje.
Esta es la época del desprecio a la sabiduría.
El decir de un estudiante universitario mediocre: «La sabiduría me persigue, pero yo corro más rápido».
El decir de una autoridad mediocre: «El pueblo necesita cultura y educación, pero yo prefiero jugar bingo».
El decir de un ciudadano peruano: «Debería leer, pero prefiero ver «El Valor de lo Absurdo» y hablar de la farándula y demás banalidades».

No hay comentarios.: