27 diciembre 2010

CIEN AÑOS DE LA AVENIDA «9 DE DICIEMBRE»

Escribe: Héctor Manuel Peves Cubillas

Hace 100 años, hoy la avenida 9 de Diciembre, era conocida por la población cañetana con el popular nombre de BARRIO VALDIVIA, cuyas viviendas eran de quincha, es decir, las paredes y techos de sus casas eran de caña de carrizo y las de mejor calidad eran de caña brava, cubiertas con barro.
Los moradores de estas humildes viviendas poseían pequeños terrenos de cultivo en la parte posterior de sus casas, en los cuales cultivaron árboles frutales como nísperos de Japón, níspero de hueso, guayabas, guanábanas, ciruelas, uvas, plátanos y los hoy extintos como el naranjito, la palta y el palillo, además, debemos recordar, que se sembraba algodón, maíz, papa.
En éstos terrenos de cultivo se alimentaban las aves de corral que criaban; gallinas, patos, pavos, gallos, que se comían los gusanos, semillas y malas hierbas del campo, animales que al caer el día solos se recogían a sus corrales; en donde también «vivían» conejos, cuyes alimentados con buen pasto y maíz. Algunos criaban cerdos de color negro hoy casi extinguidos, los que se alimentaban y «cebaban» con maíz blanco antes de su sacrificio.
Lo mismo ocurría cuando había un gran acontecimiento familiar, como el cumpleaños de papá, mamá o de algún hermano, y se aprovechaban los chicharrones, que luego de la fritura, el aceite se convertía en manteca blanca, que se guardaba en ollas y latas que servía para después condimentar mejor los alimentos diarios. No está demás decir, que dentro de la manteca se guardaban los chicharrones que se consumían después de seis meses sin que se malogren. 
Existían cuatro hermosos jardines cada cual con una gran cantidad y variedad de flores: Jardín de Leonardo Lévano, de Gregorio Yactayo, de Genaro Cubillas y de Emilio Pachas. También un grandioso viñedo perteneciente a la familia Paredes Espinoza, quienes cosechaban las uvas para su venta por lo cual se podía observar camiones cargados con canasta de uvas del barrio de Valdivia.
No podemos olvidar que siempre se reservaba parte de la cosecha para preparar la famosa cachina de «Papacito Chevo», como no recordar la huerta de la familia Padilla, con sus árboles frutales y sus conocidas cosechas de uvas. El cementerio de San Vicente, siempre fue inherente a la vida de la Avda. 9 de Diciembre, con sus mitos y leyendas, duendes, penitentes y misteriosas carrozas coloniales y a motor que poco a poco fueron desapareciendo. Su panteonero era de Valdivia, don León Cubillas. 
Muchos de los «ancestros valdivianos» a quienes siempre recordamos, se levantaban a las 4 de la madrugada, alumbrándose con velas, cachirulos o lamparines a kerosene para preparar o cocinar sus alimentos en los famosos fogones los cuales eran encendidos con leña de algodón o los famosos tronquitos; también con achira seca, o troncos de plantas bien secos. Utilizaban aguas de puquio y la conservaban en botijas de barro apropiadas para almacenarlas. Preparados los alimentos salían a trabajar y dejaban suficiente comida para los que se quedaban en casa. Llevaban sus «fiambres» con su porongo de limonada, para consumirlos en sus labores de peones en la hacienda El Chilcal, Montalván, Hualcará, Unánue y otros lugares cercanos a Valdivia, siendo su jornada de 8 a 10 horas diarias. Sus pagos lo recibían semanalmente el día sábado por la tarde, el domingo era para hacer compras para la semana, la comida de ese día era especial, un buen sancochado, unos tallarines rojos con su papa a la huancaína y su vaso de cachina para asentar el almuerzo, aunque a veces los vasos se repetían y por varias botellas, 
Las casas a la orilla de la acequia «La Barranca» daban frente a una calle Valdivia y ahora desde hace 100 años la Avenida 9 de Diciembre. Era una vía de pura tierra, sin asfaltar, los vecinos la regaban para que se conserve dura y evitar los terrales dentro de las modestas casas. Esta calle, que se prolongaba desde el puente de San Miguel en Chilcal, llegaba al antiguo puente de San Vicente, hoy canalizado por el Ovalo Grau. Seguía por un costado de las chacras de Santa Rosalía, bordeaba la Fabrica La Unión y empalmaba con el «Paso de las Ovejas», hoy Avenida 28 de Julio. Fue siempre casi el paso obligado de los transeúntes de norte a sur o Sur o viceversa. 
En Valdivia funcionó una construcción hospitalaria denominada «Lazaretto» -(hoy, en ese terreno se ha construido el colegio Inicial «Mi Divino Niño Jesús»)- lugar en donde se atendían los pacientes infectados de la denominada «peste bubónica» o «fiebre negra». Debemos recordar a quienes empezaron a difundir la instrucción primaria en este barrio, las clases se dictaban en sus propios hogares. Recordar al ilustre preceptor Florentino Godoy y junto a él otros educadores como las hermanas América y Eva Cubillas que enseñaron las primera letras a muchos niños hoy adultos, recordar a profesores como Julia Cubillas y Rodulfo Paredes, hijos de este barrio que ninguno de nosotros debemos olvidar. 
Muchas familias han vivido en esta avenida y sus apellidos se recordarán siempre. Allí están los Peláez, Asín, García, Ruiz, Balbín, Vivanco, Alzamora, Angulo, Gutiérrez, Briseño, Vera, Quinde, Sotil, Payano, Barragán, Charún Arizaga, Advíncula, Nolasco, Pimentel Valdivia, López, Parraga, Arguedas, Guando, Arredondo, Lévano, Yactayo, Cubillas, Vilcapuma, Rivera, Raimondi, Llanos, Córdova, Sotomayor, Anyarín, Cuzcano, Pinto, Mendieta, Luyo, Soto de la Cruz, Godoy, Bruno, Manchez, Oré, Pérez Rivera, Vicente, Peves, Paredes, Flores, Puémape, Moncada, Cahuana, Cama, Enríquez y muchos más. 
Durante muchos años para el primero de noviembre y el día 2 de ese mes, se elaboraban flores de papel con armazones de alambre, viandas de ceviche de chanque, picante de camarones, tallarines rojos, papa a la huancaína escabeche de pescado y papa rellena. Dulces como el arroz con leche, mazamorra morada, chapana, humita y chancaca, además del refresco de chicha, pudiendo ser ésta de maní, maíz morado o jora; y como licores la cachina y vinos artesanales. También se consumía cerveza que llegaban en capachas de junco en esa época. 
Las fiestas familiares se alegraban con un trío de antaño conformado por Crisanto Raimondi, Alejandro Cama y Augustito Godoy, cuya popularidad fue notoria y muchas veces fueron contratados para actuar en otras reuniones sociales fuera del barrio. Porque no recordar a las hermanitas Guando, Lucha y Delia, con don Máximo Guando a la cabeza quien con su mandolina en mano logró presentarse en emisoras nacionales como Radio Nacional incluso el programas de televisión; actuaciones que los jóvenes de hoy no conocen. Hoy los mayores de 40 años, recuerdan con emoción y nostalgia esta etapa y esperan que el tradicional barrio de Valdivia mantenga ese semillero de buenos artistas. 
La diversión de la juventud se centraba en dos lugares de baile. Llegan a la memoria el «Jardín Cubillas» y «Santa Luisa» donde se realizaban las fiestas de fin de semana y otros de carácter social. Locales que se alquilaban en forma especial para los quinceañeros y matrimonios, y al cual llegaban conjuntos de San Luis, Lima y de Chincha. No se puede dejar de mencionar, porque sería un «pecado» hablar de «La casa verde» o «buque» como lo llamaban los muchachos de esa época. Mal necesario de toda sociedad que fuera visitado por personajes de la ciudad y de todas las condiciones sociales, quienes disfrazados ingresaban al lugar para cumplir con la «satisfacción carnal» una vez a la semana, a 5.00 soles el servicio. 
En lo deportivo hay que destacar al club, Sport Chacarita Valdivia, uno de los cuadros más antiguos de Cañete, al Nacional Valdivia, Defensor 9 de Diciembre, y otros de última generación. Hay deportistas destacados, reconocidos en el mundo entero, el gran Reynaldo Párraga, arquero del Club Sporting Cristal o Sporting Tabaco del Futbol Profesional y de la Selección Nacional Peruana, que sigue trabajando difundiendo esta disciplina, en la academia Municipal. No debemos olvidar a Teodoro Vicente, conocido popularmente como «Cutina» gran promotor del deporte en la disciplina de la maratón, y su apoyo a los equipos de futbol como al 9 de Diciembre; así como al gran Samuel Peves Pérez, quienes sin duda alguna se merecen un sincero reconocimiento. Por igual, quedan en nuestro recuerdo los maratonistas, hermanos Abrahán y Erasmo Vera, ya fallecidos. 
Valdivia pueblo católico no ha podido estar apartado de las sociedades o hermandades. «La Sociedad de la Santísima Cruz, ha sido la primera y más antigua del barrio, empezó allá por el año 1930, con una cruz hecha con guayaquil, después fue mejorada con madera hasta lo que es ahora. Su tradicional fiesta es en la última semana del mes de mayo y su peregrinaje para bajar la Cruz, sus novenas, víspera, misa y procesión, y luego volver al cerro en medio de cohetones, merece una felicitación porque fue la primera en contar con un local propio en el barrio. También existen dos hermandades del «Señor de Cachuy», de la familia Llanos cuya celebración es en la última semana del mes de junio y la otra de la cuadra 8 de la avenida 9 de Diciembre. Existe una capilla donde el sacerdote oficia misa los días jueves, con asistencia de los fieles del barrio. 
Con la apertura de la avenida Mariscal Benavides, se forjaron «callejones» que comunicaron ambas avenidas. Allí están los pasajes: Los Diamantes, Melchorita y el último denominado El Álamo. Cada uno de estos pasajes como la avenida de 9 de Diciembre, han dado lugar a nuevas construcciones de material noble lo que ha permitido renovar el caso urbano mostrando una mejor arquitectural, acorde a los tiempos de la modernidad que nos embarga. Esto último dice del gran afán de superación de nuestros ancestros y que los jóvenes de ahora siguen mejorando, en la educación que empieza por casa, la amistad, la solidaridad, el respeto, la honradez y lo más importante, el trabajo que practica toda una masa trabajadora del barrio, de ambos sexos, que aplaudimos y felicitamos. En este mi inicio literario, talvés pueda haber omitido muchas cosas importantes, pero creo que deberán saber disculpadas por tratarse de omisiones involuntarias porque sin duda alguna deben existir méritos suficientes para forjar un nuevo escrito. Los cien años que cumple la avenida 9 de Diciembre sirvan para que todos agradezcamos a nuestro creador el Señor Jesucristo, que de hecho, siempre ha derramado sus bendiciones en cada hogar y cada familia. Viva la avenida 9 de Diciembre. Viva Cañete. Viva nuestro señor Jesucristo.

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