28 agosto 2013

CAÑETE CUNA Y CAPITAL DEL ARTE NEGRO...

Cañete es el punto que revienta de color y sentimiento cada 12 de agosto en el Día del Arte Negro. Aunque en este año la costumbre ha sido nuevamente interrumpida por la gripe AH1N1; es así como la recordaremos: significativa, emotiva, sabrosa y delirante.

ESCRIBE: Luis Pérez Manrique @Lperezmanrique - Estudiante de Ciencias de la Comunicación - Universidad Nacional «San Luis Gonzaga» de Ica.

Playas de ensueños, suelos de amplia productividad y paisajes de encanto, así es Cañete, la tierra generosa y alegre, la estrella que ilumina el sur, la perfecta combinación de sueños y éxito. Pero ser hijos de la «Cuna y Capital del Arte Negro» es lo que más nos infla el pecho y nos llena de orgullo el alma, aunque estemos lejos. Aquel título que en 1992, la Dirección General de Derechos de Autor, le otorgó a nuestra provincia por ser escenario del primer espectáculo de revalorización de las manifestaciones afroperuanas: Festival de Arte Negro, acordado por el Concejo Provincial, un 12 de agosto de 1971 e inaugurado un 29 de agosto del mismo año. Por ello desde 1992, el 12 de agosto se conmemora como el Día del Arte Negro, donde se arma la verdadera jarana de rompe y raja, entre negros, cholos, chinos y blancos.

DÍA DEL ARTE NEGRO (UN VIAJE AL PASADO)
UNO.- Es único, vivo y, sobre todo, maravilloso. La magia que tiene, logrará extinguir más de una amargura, más de una tristeza y más de un problema al oír el canto de la familia de apellido creatividad e ingenio. Aquella integrada por el cajón, la quijada y el bongó que estallan su júbilo cuando manos repican su lado más amable. Mover los pies y las manos es sinónimo de su embrujo. Euforia que conquista el corazón y nos pone a gozar como hoy, 12 de agosto, donde todos salimos a las calles a desbordar de simpatía el ritmo negro y caliente que corre por nuestras venas, reafirmando que en esta tierra, ¡Sí hay ambiente familia!.
Cañete, en agosto es el destino que congrega y unifica el mundo afroperuano de la hermana y el hermano de Chincha, Ica, Lima, Callao, Lambayeque y otras ciudades marcadas por las huellas de ese arte único, vivo y maravilloso que se expresa en un juguetón son de los diablos, en una enamoradiza zamacue-ca, en un lamentoso panalivio y en un deslumbrante festejo. Sí, ese baile elegante y fiestero donde el cimbreante movimiento de hombros, manos y caderas –que tienen significados humanos y divinos–, llenan de color y calor el ambiente, renovando así, las energías del colectivo.

DOS.- Santa Efigenia y San Benito de Palermo han dejado sus hogares, han atravesado los campos, han desempolvado sus mejores trajes, y están aquí. San Martín de Porres, el que custodia y descansa en el municipio provincial, ya despertó y también está aquí.
Aquí en la plaza de armas de la capital de Cañete (San Vicente), nadie debe quedarse sentado. Todos debemos aplaudir y recibirlos con la mejor sonrisa, buen corazón y, obviamente, buen ritmo. Allí vienen los tres santos negros, protectores del arte afroperuano, bailando festejo porque así desearon… reencon-trarse después de un largo año con las ganas de cumplir un solo objetivo: celebrar el Día del Arte Negro.
Ellos han elegido la mejor ubicación de la ceremonia protocolar, y desde allí, escuchan a Percy Castañeda leer la carta que ha enviado Julio López desde EE.UU…. observan el dibujo elaborado por Jaime Rojas, donde una bebe cañetana desde sus primeros años, aflora el ritmo negro que lleva en la sangre… y continúan bendiciendo a sus hijos: artistas, profesionales y demás personajes, quienes unidos por un mismo sentimiento, cultivan y difunden el arte afro-peruano en el país y el extranjero.
Estos hijos predilectos, llevan a flor de piel la alegría que estalla en sus corazones en cada repique del cajón y retumbe del bongó. Algunos lloran, otros ríen, otros se quedan mudos y otros tartamudean. Pues así es la emoción que viven al ser homenajeados y recibir la Medalla del Arte Negro. Pero ellos quieren algo más que una medalla, ellos quieren ir más allá: mover las caderas y elevar sus cuerpos en compañía de los tres santos negros, quienes vuelven a tomar las riendas de la fiesta, sin dejar pasar ni un segundo más.
Coquetos, risueños y satisfechos se despiden. Bailan de derecha a izquierda, de norte a sur, de este a oeste. Avanzan, retroceden y avanzan. No saben por dónde irse. Cada uno se hinca tres veces frente a nosotros y se va siguiendo al otro. Aún no se separan. Ellos tendrán una última charla antes de retornar a sus lugares de procedencia. Así es que antes que el reloj marque la hora del bitute, ellos deberán planear el próximo reencuentro jaranero.

TRES.- Por la tarde, muchos conciudadanos han dejado su domingo familiar en casa y están por las calles a espera que la alegría resplandezca en su máximo nivel. Los vecinos de la Av. 28 de julio también buscan lo mismo, pero a diferencia del resto, ellos continúan en su barrio porque está calle, es el punto que encenderá el fogón de ritmos negros.
Observamos como uno a uno van llegando esos creativos carros alegóricos y las coloridas comparsas de barrios, distritos, instituciones, universidades, asociaciones culturales y demás grupos representantes de ciudades nacionales. Desde la tercera cuadra hacia atrás, uno tras otro va formando una hilera. El tiempo indicado para su inicio llegó. Los grupos humanos avanzan con ese espíritu entusiasta y delirante hasta la plaza de armas. Al llegar, todo se trasformó, por arte de magia, en un loquerío. En una mezcla: los bailarines –en su demostración frente al municipio– y los del público, reventamos de color, emoción y sentimiento al gemido festivo del cajón. Pero aquí, el Corso y Pasacalle «Agosto Negro» no puede llegar a su fin. Todos deben continuar con la segunda etapa del recorrido. Lo que se vio, solo fue un pequeño calentamiento para sudar un poco y aflojar los huesos.
Es así como el corso debe continuar su acalorado y agitado recorrido por la larga Av. Benavides para poder llegar a su objetivo final sin apagar el ritmo. Pues, la explosión popular aguarda en el interior del Coliseo Municipal «Lolo Fernández», donde el fogón tendrá que quemar más que el sol, y ese león interior, despertar y rugir más de lo habitual.
Son amplios los bailes y estampas afroperuanas que danzan sus saberes y derrochan fuerza y energía en medio del bullicio, del olor de los anticuchos, picarones y camotillos, de la incesante garúa y la caída de la noche, demostrando quien es el mejor de la competencia, disputándose así, ganar popularidad y obtener el apreciado título del primer puesto, según la categoría.
Más allá de las nueve de la noche, ya hay resultados y van anunciando a los nuevos campeones. Ellos se hacen acreedores de instrumentos de percusión afroperuana, dinero, artefactos y hasta una obra para su zona (esta última solo es para la categoría inter-barrio). Pero el mejor premio que reciben todos (ganadores y no ganadores), es el cariño y el respeto del pueblo, por continuar el legado y defender –con pasión, amor y orgullo– el Arte Negro: admirable, cautivante y sorprendente, porque lo que se hereda, no se hurta.

No hay comentarios.: