29 noviembre 2014

LA MAGIA DEL CAMOTILLO


ESCRIBE: Luis Pérez Manrique
Estudiante de periodismo de la Universidad Jaime Bausate y Meza
www.luisperezmanrique.blogspot.com/

En memoria de Fernando Raymondi Uribe.

En el patio celeste, ubicado en la entrada de su hogar en San Vicente, y bajo un silencio sepulcral, típico del domingo por la tarde, las experimentadas manos de doña Esperanza Ponce de Yataco exprimen talento y despiertan felicidad que asombrosamente se convierte en un trabajo en conjunto, en un vínculo que, definitivamente, une a la familia y concibe recuerdos. Y es así, como toda esa magia se concentra en ese dulce unido por dos hojarascas y que lleva en su interior la texturadel sacar camote con el pie: el camotillo.

Allí, ajena a su avanzada edad que no es impedimento para compartir el saber que aprendió en 1984 en el Centro de Formación Profesional para la Mujer - Condoray, sobre una mesa roja la maestra mezcla un kilo de harina (sin preparar) con un cuarto de mantequilla. Con sus manos, frota y frota los ingredientes por aproximadamente cinco minutos. Agrega media taza de concentrado de anís. Vuelve a mezclar, una y otra vez. El vaivén recorre toda la mesa hasta que, poco a poco, se convierte en una masa.

La masa, que es empolvada con un poco de harina, toma forma de una tira de más de 40 centímetros que son divididos en 50 trozos. Coge un rodillo y trozo por trozo es aplastado de una manera muy peculiar de sur a norte, de oeste a este, logrando que la contextura sea circular. “Una vez que las hojarascas estén listas, hay que hincarlas con un tenedor para que al momento de freírlas no absorban aceite”, confiesa doña Esperanza, mientras coloca hojarasca por hojarasca en una fuente para que oree.

Una vez situada en su cocina, doña Esperanza, acompañada de sus hijas, sabe que aún le falta preparar la parte más importante y sublime del camotillo: el dulce de camote.

Para ello, sancocha medio kilo de camote amarillo (con cáscara). Después de logar la cocción, inicia a pelar los camotes para transformarlos en puré. Mientras eso sucede, en otra olla el concentrado compuesto por agua, canela, clavo de olor y una cáscara de naranja (también puede ser una hoja de higo) empieza a hervir. Cuela el concentrado. Agrega al líquido medio kilo de azúcar. Vuelve a colocar la olla al fuego. Segundos más tarde, una miel aparece. Añade el puré e indica que “hay que remover y remover para que no salpique”, al tiempo que disminuye el fuego. Adiciona medio tarro de leche y esencia de vainilla. Continúa removiendo. El dulce ya está.

En un perol, el aceite está en su punto. Cinco hojarascas –como máximo– ingresan por turno. Se fríen 50. La honorable mujer pega dos hojarascas con el dulce de camote. El camotillo se hace presente. Impone señorío y seducción, pero “es preferible degustarlo frío”, señala doña Esperanza, quien, minutos más tarde, comparte su saber hecho manjar, como ha sido desde siempre, con su esposo, hijos, nietos y quienes deseen sentir la magia del camotillo en señal de que el aclamado dulce afroperuano de antaño sigue ahí, vivo, sin perder su esencia.

Detalle: Si desea conocer y degustar los manjares de doña Esperanza Ponce de Yataco, la puede ubicar en el Jr. Las Azucenas Mz. I Lote 8, Urb. Santa Rosa (San Vicente de Cañete, Lima).

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