05 enero 2016

DERECHO DE DEFENSA

Por Alberto Borea

Uno de los principales derechos de la persona humana es de la defensa, vale decir, la de poder expresar sus argumentos cuando se le acusa de haber cometido algún delito.
Si este derecho no existiese, entonces la situación de precariedad en que los individuos viviríamos sería total. Por eso se ha consagrado en la Constitución.
Bastaría una insinuación irresponsable basada en la maldad, el prejuicio o en un sesgado interés para que el sindicado pueda perder su vida, su libertad o sus bienes, sin poder exponer ante quienes van a decidir su suerte, cuál ha sido su proceder en el caso en que se le involucra y de esa forma poder evitar una sanción que no le corresponde de acuerdo las leyes de la sociedad en que se vive.
Hay quienes pretenden que basta una primera impresión para que ya la persona sea condenada a cualquier cosa. Se le habrá motejado de asesino, de ladrón, de peculador o de lo que sea y entonces, cualquier persona que ose recordar ese derecho fundamental o ejercerlo, será atacada como si estuviera realizando un acto reprobable por ese grupo de «jueces» atolondrados que ni han visto ni oído pruebas, pero que se sienten con derecho a exigir que ese acusado no pueda siquiera defenderse, porque entonces serán un cínico él y su abogado una persona sin escrúpulos. 
Eso es lo que se pretende en muchos juicios mediáticos, donde esa pléyade de acusadores es alentada por quienes tienen una posición de privilegio en la formación de la opinión pública.
Contra todo eso tiene que luchar el abogado, y su primera obligación es la de no arredrarse ni ante las diatribas ni ante los insultos. 
¡Ya verán los atolondrados condenadores cómo necesitarán a los abogados cuando el cañón del arma los apunte a ellos!

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